lunes, 26 de agosto de 2013

Cartas desde mi infierno (58)



Como será sentir-gozar-sufrir una lenta y potente y continua pene-tración, voluntaria, aceptada y buscada de un hermoso falo, de erecta y carnal dureza de macho, erguido y orgulloso. Primero ver esa tensa virilidad expuesta con impúdico desparpajo ante mi rostro, los testículos colgante, plenos, los vellos ralos, ensortijados. Ver y oler ese animal en acecho esperando la gozosa y la atragantadora succión, para la intensa y estremecedora masturbación bucal, y luego, antes de la eyaculación verlo presto para la profunda, dolorosa y pene-tración de mi delicada florcita del sur. Ha de ser delgado, no muy largo, duro, de ostentosa venatura, un pene ideal para intentar que me penetre, desvirgue, abuse, violente y viole, y sentir esa sensación distinta a cualquier otra que pueda gozar un macho en su vida sexual, sentir como punza mi ano suavemente, como el glande comienza a hundirse en mi hoyito anal hasta sentir que me abotona cuando la corona cruza mi esfínter, y luego el placer-dolor de la lenta y larga penetración del tallo, hasta que sienta el roce de los testículos en mis nalgas, y luego así empalado dejarme violar, así la desvirgación tiene un sentido mas sumiso, mas femenino, mas de entrega a la violenta posesión del macho. He sentido a lo largo de mi vida adulta dedos, delgadas zanahorias y delgados dildos artesanales infringiéndome la rica humillación de una lúdica sodomía, pero no la potente inserción de un pene verdadero. Para mi lo gay es la relación entre dos hombres, dos machos, pero con contenido emocional o sentimental. En mi caso me sería más fácil relacionarme con una damita travesti porque la veo y la siento como una mujer, una hembra. O si es entre dos machos solo lo acepto como juegos sexuales generados por la calentura. Incluso la penetración misma, ya sea que lo haga yo o me lo hagan, no me llama mayormente la atención. Lo mío es llegar a tocar, mamar, masturbar una verga, a restregar la mía contra otra en una carnal y ardiente esgrima fálica, eso me excita. Aun recuerdo a Mireya, la masajista que me hizo la primera penetración digital, con la mano enguantada en hule y con la otra pajeándome, fue una experiencia decididamente exquisita, con una sensación desconocida, distinta a todas las sensaciones sexuales anteriores. Pero me falta sentir eso que describió tan bien una amiga travestí: “Los embates una vez penetrada, semejan a los movimientos de un perro hacia su hembra. Sus testículos te campanean las nalgas haciendo un sonido repetido como un aplauso al momento y es, ese sonido, con los movimientos que se apresuran en un momento determinado, mas las caricias en los senos y el sentir del aliento de tu macho en tus oídos diciéndote que te esta metiendo su verga lo que hace que llegues a un momento como el que pocos hombres logran conocer.”. Quizás algún día.

Tu Vizconde tentado.

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