miércoles, 11 de septiembre de 2013

Cartas desde el purgatorio (6)


JUEGO DE MACHOS

Una fantasía posible I

Toqué el timbre de su departamento sin saber muy bien quien iba a abrir, habíamos acordado una cita para conversar y conocernos después de habernos conocido en una web gay de contactos. Habían convenido que a lo más si todo iba bien podrían intentar unos juegos eróticos con masturbación y sexo oral mutuos. Volví a tocar y escuché pasos al otro lado de la puerta, me dio cuenta que me estaban mirando por el ojo mágico, no hizo ningún gesto solo me quedé mirando fijo al ojo de cristal. Oí el ruido de la llave en la chapa y la puerta se abrió. Era un hombre bajo, gordito, de rostro risueño y rasgos amables, de piel blanca y lampiño, vestía solo una pequeña toalla en la cintura, en su pecho pálido sobresalían una tetitas pequeñas pero notorias con unos pezoncitos rosados. Nos saludamos dándonos la mano sonriendo amigablemente y me hizo pasar, y me dijo que justo estaba preparándose un trago antes de ducharse y me ofreció uno que acepté de inmediato. Lo necesitaba para calmar mi nerviosismo. Nos sentamos en el living con sendos tragos y conversamos un buen rato de diversas cosas pero sin tocar el tema sexual. De pronto me di cuenta que al sentarse la toalla había dejado a la vista su miembro, estaba lacio, era algo grueso y de tamaño mas bien grande, la visión de esa verga fláccida ahí tan cerca hizo que mi propia pichula comenzara a erectarse. En eso él me dijo que esperara unos minutos mientras se duchaba y que si quería podía esperarlo en el dormitorio viendo una porno, así no te aburres me dijo, guiñándome un ojo. Sonreí aceptando la invitación. Al pararse a Gonzalo se le cayo la toalla dejando su verga al aire, inconcientemente la miré, y a pesar que estaba en descanso y colgando se notaba que era un pichulón especial, rollizo, de dimensiones más que llamativas, con el prepucio cubriendo todo el glande que se notaba claramente acallampado, de piel tersa y pálida donde se veían las venas azules, se veía muy tierno e inofensivo, con bolas grandes y llenas, y muy bien depilado. Él se dio cuenta que le estaba mirando la pichula y me dijo riendo, “si hombre, la tengo grande, por esos algunas mujeres se me arrancan cuando la ven”, yo asentí sonriendo nervioso y un poco avergonzado. Entró al baño y yo se puse a ver una película porno en el dormitorio. Era de una orgía entre una mujer y dos hombres, en realidad era muy común y corriente, con las típicas chupadas de pico, penetraciones por delante y por atrás de la mujer y todo eso, pero después de lo clásico la mujer les pidió que uno de ellos que culiara al otro, y jugaran a las cambiadita, los hombres se instalaron y uno de ellos comenzó a penetrar al otro suavemente, la mujer tomó un consolador y comenzó a penetrarse con el sentada en un sillón mientras los miraba excitada y los azuzaba con palabras soeces. Yo estaba entusiasmado viendo la escena de la penetración, mi pico se había puesto duro bajo el pantalón, cuando apareció él desnudo secándose con una toalla y con su verga semi erecta, “se me paró al jabonarme” me dijo riendo, yo se reí también y sin pensarlo dije, “oye debe ser macanudo tener una verga así de grande, mira, es casi como esa que le están metiendo a ese tipo”. Miró la pantalla y sonriendo hizo un gesto de asentimiento, luego me rió y me dijo con cara de pícaro “Veo que te atraen los pichulones, si quieres sentir la sensación de uno puedes tocar este, y me acercó su verga riendo”,  yo que ya estaba excitado le respondí también sonriendo “bueno, solo para ver como es”, y acerqué la mano a esa verga erecta, con temor porque me daba nervios ver ese tremendo animal, nervudo, grueso, largo, que latía con leves movimientos en los que levantaba la cabeza roja y brillante que ya se había salido completamente de la capucha, lo tomé completo como si fuera un mango de una herramienta, sentí como palpitó con el contacto de mi mano y lo apreté un poco, él lanzó un quejido de excitación, mi pichulita se endureció bajo mi pantalón, él se dio cuenta y llevó su mano hacia mí, bajó rápidamente el cierre y hurgo en el interior del marrueco hasta que sacó mi verga erecta, de un tamaño normal con su cabeza rosada toda afuera del forrito, lancé un suspiro al sentir su mano en su pichula y comencé a subir y bajar su mano en su pico, este a su vez respondió haciendo lo mismo en la mía. Estuvimos así un largo rato pajeándonos sin mirarnos, en silencio, ambos con los ojos entrecerrados disfrutando la paja que le hacia el otro, solo se escuchaban nuestros quejidos de placer y el ruido del frotamiento de las manos en las vergas endurecidas. Los dos estábamos muy calientes y los pudores ya habían quedado atrás, en eso él me dijo, “porque no te desnudas para pajearnos bien, nada de penetraciones eso sí…”, le dije asintiendo, “sí, me parece bien, solo unas buenas pajas”, y rápidamente me desnudé.
Continúa.


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