JUEGO DE MACHOS
Una fantasía posible I
Toqué el timbre de su departamento sin saber muy bien
quien iba a abrir, habíamos acordado una cita para conversar y conocernos
después de habernos conocido en una web gay de contactos. Habían convenido que
a lo más si todo iba bien podrían intentar unos juegos eróticos con
masturbación y sexo oral mutuos. Volví a tocar y escuché pasos al otro lado de
la puerta, me dio cuenta que me estaban mirando por el ojo mágico, no hizo
ningún gesto solo me quedé mirando fijo al ojo de cristal. Oí el ruido de la
llave en la chapa y la puerta se abrió. Era un hombre bajo, gordito, de rostro
risueño y rasgos amables, de piel blanca y lampiño, vestía solo una pequeña
toalla en la cintura, en su pecho pálido sobresalían una tetitas pequeñas pero
notorias con unos pezoncitos rosados. Nos saludamos dándonos la mano sonriendo
amigablemente y me hizo pasar, y me dijo que justo estaba preparándose un trago
antes de ducharse y me ofreció uno que acepté de inmediato. Lo necesitaba para
calmar mi nerviosismo. Nos sentamos en el living con sendos tragos y
conversamos un buen rato de diversas cosas pero sin tocar el tema sexual. De
pronto me di cuenta que al sentarse la toalla había dejado a la vista su
miembro, estaba lacio, era algo grueso y de tamaño mas bien grande, la visión
de esa verga fláccida ahí tan cerca hizo que mi propia pichula comenzara a
erectarse. En eso él me dijo que esperara unos minutos mientras se duchaba y
que si quería podía esperarlo en el dormitorio viendo una porno, así no te
aburres me dijo, guiñándome un ojo. Sonreí aceptando la invitación. Al pararse
a Gonzalo se le cayo la toalla dejando su verga al aire, inconcientemente la
miré, y a pesar que estaba en descanso y colgando se notaba que era un pichulón
especial, rollizo, de dimensiones más que llamativas, con el prepucio cubriendo
todo el glande que se notaba claramente acallampado, de piel tersa y pálida
donde se veían las venas azules, se veía muy tierno e inofensivo, con bolas
grandes y llenas, y muy bien depilado. Él se dio cuenta que le estaba mirando
la pichula y me dijo riendo, “si hombre, la tengo grande, por esos algunas
mujeres se me arrancan cuando la ven”, yo asentí sonriendo nervioso y un poco
avergonzado. Entró al baño y yo se puse a ver una película porno en el
dormitorio. Era de una orgía entre una mujer y dos hombres, en realidad era muy
común y corriente, con las típicas chupadas de pico, penetraciones por delante
y por atrás de la mujer y todo eso, pero después de lo clásico la mujer les
pidió que uno de ellos que culiara al otro, y jugaran a las cambiadita, los
hombres se instalaron y uno de ellos comenzó a penetrar al otro suavemente, la
mujer tomó un consolador y comenzó a penetrarse con el sentada en un sillón
mientras los miraba excitada y los azuzaba con palabras soeces. Yo estaba
entusiasmado viendo la escena de la penetración, mi pico se había puesto duro
bajo el pantalón, cuando apareció él desnudo secándose con una toalla y con su
verga semi erecta, “se me paró al jabonarme” me dijo riendo, yo se reí también
y sin pensarlo dije, “oye debe ser macanudo tener una verga así de grande,
mira, es casi como esa que le están metiendo a ese tipo”. Miró la pantalla y
sonriendo hizo un gesto de asentimiento, luego me rió y me dijo con cara de
pícaro “Veo que te atraen los pichulones, si quieres sentir la sensación de uno
puedes tocar este, y me acercó su verga riendo”, yo que ya estaba excitado le respondí también
sonriendo “bueno, solo para ver como es”, y acerqué la mano a esa verga erecta,
con temor porque me daba nervios ver ese tremendo animal, nervudo, grueso,
largo, que latía con leves movimientos en los que levantaba la cabeza roja y
brillante que ya se había salido completamente de la capucha, lo tomé completo
como si fuera un mango de una herramienta, sentí como palpitó con el contacto
de mi mano y lo apreté un poco, él lanzó un quejido de excitación, mi pichulita
se endureció bajo mi pantalón, él se dio cuenta y llevó su mano hacia mí, bajó
rápidamente el cierre y hurgo en el interior del marrueco hasta que sacó mi
verga erecta, de un tamaño normal con su cabeza rosada toda afuera del forrito,
lancé un suspiro al sentir su mano en su pichula y comencé a subir y bajar su
mano en su pico, este a su vez respondió haciendo lo mismo en la mía. Estuvimos
así un largo rato pajeándonos sin mirarnos, en silencio, ambos con los ojos
entrecerrados disfrutando la paja que le hacia el otro, solo se escuchaban
nuestros quejidos de placer y el ruido del frotamiento de las manos en las
vergas endurecidas. Los dos estábamos muy calientes y los pudores ya habían
quedado atrás, en eso él me dijo, “porque no te desnudas para pajearnos bien,
nada de penetraciones eso sí…”, le dije asintiendo, “sí, me parece bien, solo
unas buenas pajas”, y rápidamente me desnudé.
Continúa.
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