JUEGO DE MACHOS
Una fantasía posible II
Estuvimos otro rato masturbándonos, los dos piluchos
en la cama, recostados uno al lado del otro, pero ahora pajeándonos cada uno
por su cuenta y mirando la película donde los hombres habían cambiado de posición
y seguían con la penetración anal, por ahí dije “que rico es estar así”, y él
me contestó, “sí, es muy rico hacerse la paja tranquilo y bien acompañado”.
Ambos reímos mirándonos como buenos amigos. En eso recordé una fantasía que
tenia desde hace años, me paré y fui a la sala tomé un pequeño maletín de
ejecutivo que había llevado. Volví al dormitorio y se lo mostré, él sonrió
curioso pero intuyendo lo que yo iba a hacer me dijo, “vaya, venías con
sorpresa”, asentí con la cabeza y abriendo el maletín sobre la cama fui sacando
de el la ropa interior femenina que contenía, un colaless rojo y un sostén
chiquito del mismo color, una medias caladas negras con bordes elasticados y
unos zapatos de dama de tacos aguja muy altos, de color rojo. Él me observaba
entusiasmado mientras se sobaba su verga muy erecta. Me puse coquetamente las
prendas, rellenando el sostén con un par de globos que llevaba para eso y que
inflé de espalda a él, mi pico quedo formando un bulto dentro del calzoncito,
me calcé los tacos y comencé a bailar ante él, este se agarró el pico y
mientras se pajeaba con frenesí me decía; “rica, mijita, tienes ricas tetas,
mira como me pajeo por ti, rica putita…, mira el pichulón que te espera…”, yo
me se excitaba más y más viendo su imponente pichula que me incitaba a vencer
mi temor pene-trativo. Mientras seguía con mi baile erótico me fui acercando a
la cama, luego me subí a ella y me puse de pie sobre él con ambas pierna
abiertas sobre su pico, y luego comencé a agacharme en cuclillas sobre el pichulón,
lentamente fui bajando mi cuerpo hasta que la cabeza de su verga rozó mi
florcita del sur solo cubierta por el delgado hilo del colaless, sentí la
dureza del pico entre mis nalgas desnudas, y me vino un estremecimiento de
placer, “ay, que rico pico”, grite instintivamente, “gózalo” le grito empujando
su miembro entre mi nalgas que se lo apresaban, entonces, ya lanzado por la
calentura me hinqué a su lado y tomando su verga hinchada la acerqué a mis
labios y le pasé la lengua suavemente sin atreverme a chuparla aunque tenia
muchas ganas de sentir ese pichulón tan grande en mi boca, él llevó su mano al
bulto de mi pichulita erecta bajo el breve calzón y la sacó sobajeándola
tiernamente. Me dijo que me recostara invertido y tomando mi pico comenzó a chuparlo,
instándome con los movimientos de su pelvis a que yo hiciera lo mismo, por lo
que metí su gran verga en mi boca succionándola con fuerza. Por sobre los
quejidos y grititos que provenían de la película que ya no veíamos se
escuchaban nuestros quejidos apagados por las bocas llenas de pico y eso nos
excitaba aun más. Después de un rato, nos separamos y nos recostamos otra vez
uno al lado del otro, y tomando cada uno nuestras respectivas pichulas
comenzamos a jugar a los mosqueteros, con los picos como espadas, rozándolos,
frotando una verga con la otra, dando grititos de placer, y ya en el limite del
clímax, cada uno agarro la pichula del otro y comenzó a hacerle un paja
frenética, ambos gritábamos y nos retorcíamos moviendo las pelvis para sentir
como si estuvieran culíando la mano del otro, desesperados por alcanzar el goce
máximo, en eso a ambos nos vino la eyaculación al mismo tiempo, “yaaa,
riiicooo! yaaa, maaas maaas, uuufff”, grito él, “ay, ay, aaay, maaas,
aaahhhggg”, grité yo en coro, y ambos sentimos en la mano el ardiente semen del
otro que nos chorreaba entre los dedos, seguimos pajeándose un poco más hasta
extraer hasta las ultimas gotas de semen y dejar las pichula lacias y blandas,
pequeñitas, y nos tiramos hacia atrás, cansados, extenuados, pero totalmente
complacidos.
El Vizconde consumado.
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