jueves, 31 de octubre de 2013

Carta desde el paraíso 21


Ultima carta desde mi infierno.


Casandra, lamento de  verdad esto que nos a pasado, otra vez un desencuentro como tantos y tantos que hemos tenido a lo largos de estos en que compartimos un hermoso sentimiento, el Amar. Solo que ahora es más complejo y difícil de sobrepasar pues su origen está en nuestras diferencias básicas; yo soy como soy, un hombre muy sexual, experimentador, me gusta el sexo en todas sus manifestaciones, vivo de sus fantasías y pulsiones, y eso no lo puedo cambiar porque he vivido así casi cincuenta años. La lectura, la escritura y el sexo son los únicos motivos íntimos y personales de placer que he poseído en mi vida. No practico deportes, no me gusta viajar, no tengo amigos, no hago nada que otros hombres comunes hacen en sus vidas. Pero sé que estas cosas de mi gusto a ti te molestan, te asquean, te desagradan, sé que preferirías que yo solo fuera el poeta romántico que tu llegaste a amar, pero eso no es posible, necesito expresar de alguna manera eso que está dentro de mi pujando siempre por salir. Me he contenido mucho estos años por respeto a tus principios, a tu rectitud y a tu moral, pero ahora que estaba dedicado solo a ti ya no puedo autocensurarme más, porque si lo hago deberé buscar otras personas donde verter mis ansiedades y fantasías, y no quiero engañarte, no quiero jugar a dos caras contigo, porque sé que tarde o temprano te darías cuenta y sufrirías, y lo menos que deseos es dañarte, porque aunque no me creas te amo. Esto mismo que te digo me hizo jugar con mis mascaras, lo que tú nunca aceptaste ni entendiste. Pero no te reclamo por eso, cada uno es como es. Y si amamos a alguien debemos amarlo con todas sus virtudes y todos sus defectos. Yo siempre te acepté y te amé como eras. Como te he dicho ya demasiadas veces, no quiero darte más problemas ni complicar tu vida, tú tienes derecho a vivir tranquila y feliz. Y yo también. Por eso siento que es el momento para alejarnos, para comenzar a pensar que todo fue un lindo sueño, y guardar en la memoria esos maravillosos momentos que vivimos, y comenzar a olvidar los malos ratos. Sin rencores ni desengaños, somos distintos y esto quizás era inevitable. Nunca te olvidaré, has sido lo mas hermoso que he vivido en el mundo virtual, que llegó incluso a ser muy real. Para que decir más, es un momento de tristeza, aun tengo en mi alma avergonzada el eco de tus palabras “te juro que nunca te seguirá a tus fantasías triples”, sentí como un odio en esa frase, entonces basta de complicarte y complicarme, ya no volveré a escribirte, pero quiero que sepas que quedarás para siempre en mi pensar.

El Vizconde desolado.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Cartas desde mi infierno (70)


LAS PALABRAS

Las palabras que abren los diques y se vierten en los torrentes del desahogo, quiebran la castidad obligada, el terrible celibato que apenas se rompe en solitarios ritos onanistas, en imaginaciones desbordadas que transgreden limites, pudores y temores aflorando como perfumadas flores de fango en pequeñas perversiones o ocultas e imposibles aberraciones a partir de los rescoldos de lo vivido cuando los días eran una voluptuosa continuidad de inolvidables goces carnales. Palabras que hoy que es el tiempo de los años dorados con su despliegue de nuevas opciones y búsquedas en esas brasas que aun permanecen entre las cenizas surgen como un llamado a los instintos escondidos y secretos, como una llama que inflama la piel en un torbellino de revividas sensaciones, y abren senderos alternativos en un antes prohibidos pero que ahora asumen la posibilidad de realizarse. Y se buscan esas otras opciones que estuvieron en el fondo mismo de los instintos, y salen a la luz las fantasías sodomititas, las incestuosas, las zoofílicas, y el placer voyerista se complace mirando a machos mamándose sus vergas o penetrándose en un juego de sudorosos cuerpos desnudos, mirando el juego de una mujer madura con un joven efebo de dura verga que la violenta y penetra mientras mama su tetamenta como un niño hambriento, o mirando la mano que masajea el pene de un perro hasta hacerlo salir de su estuche, rojo e imponente, y luego lo masturba hasta la abundante eyaculación. Y el alma sofocada en su celda de barrotes masturbatorios vaga por esas imágenes introduciéndose en ella como si atravesara un espejo y es el macho penetrado, el joven edípico aferrado a ese pezón maduro, la mano que pajea el perro sintiendo la rigidez de su hueso peneano, y también el macho que penetra otro macho, la mujer abusada por el juvenil fauno erecto o el perro que se deja masturbar arqueando desesperado tu espinazo hasta soltar el semen a borbotones. Y todo surge de la magia de las palabras, porque ahí está la llave que abre la desaforada imaginación a los recuerdos impúdicos de esas pocas vergas que tocamos, pajeamos o chupamos en los secretos ritos de amistosas sodomías, de los delicados dedos de algunas mujeres que violaron nuestra flor del sur con deseado consentimiento, de la extraña sensación de la lengua lamedora o del pene erecto de alguna mascota canina cómplice de pequeñas aberraciones, de la lengua en un ano femenino y el propio ano lamido, de la visión de los tríos donde vulvas y vergas era indistintos objetos de placer en medio de los cuerpos trabados. Y acá más cercanas, las simples felicidades del sexo reducido a la viciosa y rutinaria masturbación en la virtualidad del cibersexo o ante las imágenes impersonales de parejas muy maduras culiando a destajo, de juegos fálicos entre machos que se pajean mutuamente o se penetran como perros callejeros, de travestís y pajeros, de zoofilia e incesto, en fin, todos esos rastrojos sexuales que aun falta por escribir.
Tu Vizconde literario.


domingo, 27 de octubre de 2013

Cartas desde mi infierno (69)


Casandra mía, ahora te mostraré en los rincones más íntimos de mis cloacas. Este último tiempo he estado tres veces cerca de consumar la sodomía, y las tres me he arrepentido, un poco por pánico al síndrome de inmunodeficiencia adquirida, otro poco por miedo a posibles chantajes (nunca se sabe…), y otro poco por temor a no poder llegar a la pene-tración anal que todos los travestía y gay desean. En los contactos virtuales entre hombres siempre se plantea la identificación de cada macho, quien es  el activo y quien el pasivo, o también si la relación copulativa será un viceversa, ambos pene-trados y ambos pene-trantes. A mí me gustaría sentir solo una leve y suave penetración, de una pichula delgada, quizás solo el glande para sentir lo que una amiguita trava describe muy bien, “…con el prepucio como me gusta, es decir que deja libre una pequeña parte de la cabecita y te permite sentir como se va "pelando" conforme se va metiendo hasta que se pliega todo hacia su base, sin llegar a ella y que una vez que entró el pene, al llegar a la pequeña protuberancia que hace el prepucio replegado, te da un placer extremo pues para esos momentos la sensibilidad se ha disparado, y esa arruguita plegada es como un regalo adicional…”, o para ser franco solo me encantaría sentir las punzadas de un verga dura en mi ano, eso intentos de pene-tración abortados porque yo muevo coquetamente mi culito para evitarla. Nada más. Por otra parte, la edad, la falta de sexo real o la continua masturbación, han hecho que mis erecciones ya no sean como las de antes, no logro la dureza máxima, a veces creo que es por falta de la adecuada estimulación, mental y física. Y no estoy seguro que poder pene-trar un macho. Además nunca me llamó la atención la pene-tración anal con las mujeres, recuerdo que siendo un macho joven y potente, por lo menos dos amigas que me ofrecieron sus anos como muestras de entrega total, y las dos veces no pude hacerlo completamente, ni tampoco disfruté el coito anal. Por eso lo que busco es un travestí muy de closet, o un gay muy discreto y tímido, maduro, mayor de 50 años, gordito, no muy alto, lampiño, pasivo, de pichulita chica y delgada, ojalá con forrito. Así no corro el riego de que me pene-tre o si cedo a esa opción no me duela y pueda gozar la entra de un pene en mi florcita del sur sin resquemor, como si fuera un dedo, o una zanahoria chiquita.

Tu Vizconde sodomítico.

sábado, 26 de octubre de 2013

Cartas desde mi infierno (68)


ENVERGADURA

Acallampada, circuncidada, dura, potente e imponente, levemente curvada hacia arriba, toda intensa, rosada y erguida carne viril de macho seminal, la mano varonil aferra el falo duro y erecto masturbándolo con lento goce, con cortos movimientos, sintiendo en su sensibilidad fálica la deliciosa sensación de su pene introducido, pene-trante un su onanismo solitario. Eyacula gozoso en sus chijetes de leche sexual, y salta el chorro de semen caliente, denso, mientras en el instante del clímax el cuerpo se estremece invadido de embriaguez sexual. Escurre ese moco lechoso, cae como hilos salvajes de néctar priápico, quemantes y vanos sin mojada vagina ni apretado ano que los reciba, los absorba, los disfrute en orgasmos de hembra o de macho pasivo. Mana, destila, estruja el inquietante pico endurecido, la gorda callampa del balano enrojecida, el meato mórbido, fluye el semen vertical,  la mano exprime, pajea hasta hacer baja la cabeza de la hermosa pichula, llevando el frenillo al límite del estiramiento y dolor. El culo se aprieta imaginando las primeras punzada de esa verga rígida en el ano virgen, sintiendo los movimientos pene-trativos iniciales, temiendo el dolor en medio del cual florece el goce anal, sodomítico, hay una tensa expectativa por una irrupción dolorosa que rompa el virginal esfínter, el anillo atrapador que a la vez desea locamente ser desvirgado, violentado, abusado, ser y sentir como hembra violada, con dureza carnal pene-trada. El cuerpo se sensibiliza imaginándose en cuatro patas como una perra en celo ofreciendo el culo coqueto a ese grueso miembro masculino, se imagina levantando las nalgas y arqueando hacía abajo la cintura para facilitar la intrusión. Siente la entrada de la cabeza del pene endurecido, lenta pero continua, trata de abrir su flor del sur, siente la breve brusquedad del balano que cruza el esfínter anal, el príapo entra, pene-tra más y más, y sigue hundiéndose en esa tibia carne ofrecida que goza invadida de ese placer distinto y prohibido. Siente la corona del glande atrapada, abotonada con el anillo del ano, siente como el macho lo culea metiendo y sacando su pichula con brusca desesperación, siente como lo sifonéa incesante, siente el roce campaneado de los testículos en sus ancas, presiente la potente eyaculación siente el chorro de semen impregnando su recto. Se siente ramera, sucia puta, maraca envilecida, meretriz gozada y mujer mancillada, siente el placer y el dolor en una mezcla embriagante, loca. Siente extrañas sensaciones, pervertidas, anheladas, ansiadas. Siente como el macho va retirando su verga suavemente, siente un dolor sordo pero no desagradable, siente la salida final del pene como una burbuja que explota sin sonido. Se imagina que se relaja, se tira de bruces sobre el lecho, su pichulita aun permanece erecta, no quiere pensar en lo sucedido, solo sabe que acaba de florecer en una exquisita sodomía.

Tu Vizconde extasiado.

viernes, 25 de octubre de 2013

Cartas desde mi infierno (67)


Mi dulce Casandra, te invito a un caminar de la mano por una larga noche imaginaria, soñemos, imaginemos, fantaseemos, viajemos muy juntos por los ámbitos más oscuros y ocultos de nuestros instintos, ambos despojados de esas caparazones, fundidos en una complicidad voluptuosa, lubrica y sexual. El lugar; un acogedor departamento perdido en las populosas calles de la ciudad. Los protagonistas; tú, yo y otro macho, más joven, es blanco, con pocos vellos en el cuerpo musculoso y bien formado, su pubis esta afeitado pero ya han crecido algo los pendejitos claros. Tiene una verga larga, no tan gruesa, y en ella sobresale una vena mayor que corre a todo lo largo de su pene, es una verga hermosa, con el prepucio bastante largo que en estado de flaccidez cubre todo el glande, aun ya semierecto la rosada cabecita apenas asoma en su punta. El macho y yo estamos completamente desnudos, tú con una enagua corta y delgada que se apega a tu cuerpo dibujándolo sutilmente en sus ondulaciones, tus pezones se notan claramente bajo la delicada tela. Él está de pie jugando con su verga, ostentoso y ansioso pero en silencio, nosotros nos besamos y acariciamos encendiendo los deseos más impúdicos, luego nos recostamos en el lecho e iniciamos una doble masturbación mutua, tu aferras mi verga y la pajeas suavemente, yo corro un bretel de tu enagua dejando salir un seno y beso y chupo el sensible pezón, mientras una de mis manos juega haciendo pequeños círculos en tu clítoris, ambos con la vista fija en el miembro ya erecto del macho que se nos exhibe orgulloso de su herramienta viril. Llega un momento en que los tres estamos ardiendo de deseos, y entonces invitamos al semental al lecho. Él se recuesta con sus manos detrás de la cabeza dejando su hermosa y erguida verga a nuestra disposición. Y comenzamos un juego nuestras lenguas golosas lamiendo el falo de arriba abajo al mismo tiempo, dándole delicados besitos como dos abejitas calientes que liban la miel de sus fantasías. Nuestras lenguas ávidas y sedientas se encuentran y tocan sobre el potente tallo de esa pichula imponente y llegan juntas a la puntita a disputarse amistosamente las gotitas preseminales, y allí se traban en un alegre y voluptuoso juego sexual como dos húmedos caracoles en celo. Luego me ordenas ponerme en cuatro patitas y me untas crema en mi ano y me abres las nalgas ofreciendo mi temerosa florcita del sur al macho inhiesto que se acerca y me punza el ano con tu falo endurecido, con una mano tú le sobas las bolas instándolo a que me pene-tre, con la otra me tomas mi pichula y comienzas a pajearme suavemente, el macho me toma de las caderas y ayudado por tu mano que tomando su verga la dirige a mi ojalito virgen inicia una muy lenta pene-tracción, me duele y a la vez me hace sentir una deliciosa y extraña sensación, una vez que ya está buena parte de ese falo dentro de mí, tú te ubicas de manera que tu vulva queda frente a mi boca y aferrando mi cabeza con tus manos me induces a  que te haga un sexo oral, luego alargas tu brazo hasta agarrar mi pene erecto y inicias su pajeo, entonces mi lengua afana en tu clítoris, en tus labios vaginales, en la entrada de tu vagina, el macho comienza a sifonearme rítmicamente aumentando mi dolor anal y también el goce sodomítico, y tú me masturbas frenética apretando mi pichula, de pronto, como si los tres entráramos en una misma locura genital al mismo tiempo nos viene un exultante clímax orgásmico, yo lengüeteo tu vulva, él me pene-tra y bombea, tú nos animas con palabras soeces, y entras en orgasmo estremeciéndote y gritando, él eyacula dentro de mí hundiendo su verga y gritando, y yo al sentir el esa brusca pene-tración y el derrame interior de su semen caliente eyaculo en tu mano gritando. Después de goce desatado los tres nos dejamos caer en el lecho, saciados y cansados, un silencio llena el ámbito de esa intimidad compartida, él se va o desaparece, no nos importa pues y tú y yo comenzamos a besarnos tiernamente como en un sueño que ya habíamos soñado.

Tu Vizconde soñador.

viernes, 11 de octubre de 2013

Cartas desde mi infierno (66)


La escena comienza con cuatro machos, maduros, más bien viejones, pálidos, de cuerpos rollizos, y de piel muy blanca, uno casi calvo, otro barbudo, aquel bigotudo, el último flaco, delgado, de vergas no siempre duras pero de tamaños considerables. Mientras miro y me concentro en lo que veo me voy erectando lentamente. Al inicio hay uno sentado en un sofá y dos besándose sobre él, un tercero se asoma con su mano en su verga, los observa y luego desaparece, luego todos inician un juego de machos excitados en una intensa y trabada camaradería sodomítica sobre un lecho de blanca sabana y albos almohadones. Mientras tanto sobo mi pene semierecto y comienzo a pajearme suavemente. Se besan, se sobajean los cuerpos desnudos por todos los rincones posibles, lamen sus anos con ávidas lenguas. Mientras yo me imagino ahí entre ellos sintiendo la suave e inquietante manipulación de mi pene. Se juntan acariciándose hincados sobre la cama formando una pálida estatua grupal de múltiple y cárneo mármol entremachado o machihembrado. Mientras yo me imagino ahí entre ellos sintiendo el morbo del roce de esas carnes blandas y calientes. Se masturban a si mismos o a otro, se maman sus vergas recíprocamente con un plácido sibarismo fálico, acarician amistosamente sus mórbidas y lampiñas blanduras y flacideces. Mientras absorto y excitado alcanzo la erección total y me pajeo más y más rápido. Se penetran por turno en grata y compartida sodomía, se manosean felices de su nudismo desvergonzado, entregados a los vicios, placeres y fantasías de una calmada orgía de machos veteranos en un ambiente de amistosa complicidad. Mientras fantaseo con estar ahí entre ellos sintiendo el restriego genital entre esos machos calientes. Sus panzas se cimbran mientras culean en rítmicos movimientos, ya sea cuando uno de ellos se ofrecen piernas arriba dejando su ano expuesto a la pene-tración del amigo o se pone en cuatro como perra en celo proponiendo su culo ansioso al erecto falo hambriento de apretada y carnosa hondura. Mientras me imagino ahí entre ellos sintiendo el manoseo, el roce, el frotamiento sobre mi piel desnuda. En un momento dos de ellos se enyuntan como dos caracoles trabados en una copula voraz y los otros dos los observan de pie pajeándose en un cercano voyerismo gay. Mientras voy sintiendo la inminencia de la eyaculación. Se traban, se entremezclan, se culean como leva de perros sin hembra, se abotonan en una culiadera de carnes obesas, fofas y pálidas, se masturban casi rozando sus vergas hasta derramar el semen sobre el otro. Mientras yo eyaculo deliciosamente y mi semen escurre por mi mano. Hacía el final dos de ellos se entregan a un lamido beso final como epilogo de una homosexualidad compartida. Pero yo ya estoy laxo y saciado intentando retomar mi solitaria realidad.

Tu Vizconde masturbante.

martes, 8 de octubre de 2013

Cartas desde mi infierno (65)



Querida Casandra, muy mía, no me guardaré nada, porque sé que en ti esta la complicidad y comprensión que necesito para expresar mis deseos que siempre están pugnando por salir a la luz para encontrar la paz del alma y la tranquilidad del cuerpo. Llueve intensamente, me levanté temprano como siempre y me sentía caliente, sentía esa necesidad o pulsión de masturbarme. Como siempre lo hago entré a una web porno a la que soy muy asiduo, y en la que hay todo tipo de videos sexuales, parejas, gays, masturbaciones, etc., en todas las variantes posibles. Como te he relatado en alguna cartas anterior comencé a buscar algún video que me excitara, que cumpliera con mis fantasías. No suelo ver pornografía gay pues no me atrae ni calienta mayormente, pero si a veces veo machos pajeándose, y dependiendo de sus vergas me masturbo mirándolos. Vi varios videos de parejas con mujeres muy gordas, y de mujeres mexicanas maduras, morenas, macizas, de aspecto vulgar, pero no encontraba lo que necesitaba. Hasta que vi a un macho maduro y muy gordo y pálido pajeándose, y me calentó porque recordé una de mis fantasías más recurrente y que como te conté he intentado cumplir sin éxito; estar con otro hombre, ambos desnudos masturbándonos frente a frente. Solo eso, ver a otro macho pajearse al igual que yo. Nada de pene-traciones, ni sexo oral, ni siquiera tocarnos. Tampoco un travestí vestido de mujer, simplemente un macho caliente y pajero como yo. Entonces busqué en la web un video en el que se cumpliera la visión que poseo de mi fantasía. Y encontré uno perfecto. Un macho cuarentón mas bien gordo, totalmente lampiño, lo que le da cierto morbo a su cuerpo, incluso calvo, con una hermosa pichula, larga, gruesa, algo curva, muy cabezona, con las bolas sin un pelito, grandes y rosaditas. Estaba sentado desnudo de frente a la cámara en una silla con apoya brazos, pajeándose con mucho placer. Sin mirar la cámara, se tomaba y acariciaba sus testículos, echaba la cabeza hacia atrás por el goce, se acariciaba sus tetillas sensualmente, abría y cerraba sus piernas, se notaba que estaba gozando intensamente la paja. Las mejillas las tenía ruborizadas y el rostro serio. Al final eyacula y saltan algunos pequeños chijetes de semen, la verga no estaba totalmente erecta, pero con suficiente rigidez. Luego de acabar se estruja el pico voluptuosamente, haciendo ostentación de su tamaño, en esos momentos su pichula se ve imponente, y para terminara se da unos golpecitos en el vientre con su verga que le llega hasta el ombligo. El video dura poco más de dos minutos. Así que comencé a masturbarme mirando e imaginándome ahí, frente a él, yo también desnudo, sentado en una silla pajeándome, fue una paja muy rica, intensa, gozadora, con mi vista clavada en ese miembro delicioso hasta que eyaculé dejando salir una buena cantidad de semen. Luego de descansar y relajarme unos minutos me puse a escribirte esta carta, mientras sigue lloviendo en el jardín de las rosas.

Tu Vizconde fálico.