Mi dulce Casandra, te invito a un caminar de la mano
por una larga noche imaginaria, soñemos, imaginemos, fantaseemos, viajemos muy
juntos por los ámbitos más oscuros y ocultos de nuestros instintos, ambos
despojados de esas caparazones, fundidos en una complicidad voluptuosa, lubrica
y sexual. El lugar; un acogedor departamento perdido en las populosas calles de
la ciudad. Los protagonistas; tú, yo y otro macho, más joven, es blanco, con
pocos vellos en el cuerpo musculoso y bien formado, su pubis esta afeitado pero
ya han crecido algo los pendejitos claros. Tiene una verga larga, no tan
gruesa, y en ella sobresale una vena mayor que corre a todo lo largo de su pene,
es una verga hermosa, con el prepucio bastante largo que en estado de flaccidez
cubre todo el glande, aun ya semierecto la rosada cabecita apenas asoma en su
punta. El macho y yo estamos completamente desnudos, tú con una enagua corta y
delgada que se apega a tu cuerpo dibujándolo sutilmente en sus ondulaciones,
tus pezones se notan claramente bajo la delicada tela. Él está de pie jugando
con su verga, ostentoso y ansioso pero en silencio, nosotros nos besamos y
acariciamos encendiendo los deseos más impúdicos, luego nos recostamos en el
lecho e iniciamos una doble masturbación mutua, tu aferras mi verga y la pajeas
suavemente, yo corro un bretel de tu enagua dejando salir un seno y beso y
chupo el sensible pezón, mientras una de mis manos juega haciendo pequeños
círculos en tu clítoris, ambos con la vista fija en el miembro ya erecto del
macho que se nos exhibe orgulloso de su herramienta viril. Llega un momento en
que los tres estamos ardiendo de deseos, y entonces invitamos al semental al
lecho. Él se recuesta con sus manos detrás de la cabeza dejando su hermosa y
erguida verga a nuestra disposición. Y comenzamos un juego nuestras lenguas
golosas lamiendo el falo de arriba abajo al mismo tiempo, dándole delicados
besitos como dos abejitas calientes que liban la miel de sus fantasías.
Nuestras lenguas ávidas y sedientas se encuentran y tocan sobre el potente
tallo de esa pichula imponente y llegan juntas a la puntita a disputarse
amistosamente las gotitas preseminales, y allí se traban en un alegre y voluptuoso
juego sexual como dos húmedos caracoles en celo. Luego me ordenas ponerme en
cuatro patitas y me untas crema en mi ano y me abres las nalgas ofreciendo mi
temerosa florcita del sur al macho inhiesto que se acerca y me punza el ano con
tu falo endurecido, con una mano tú le sobas las bolas instándolo a que me
pene-tre, con la otra me tomas mi pichula y comienzas a pajearme suavemente, el
macho me toma de las caderas y ayudado por tu mano que tomando su verga la
dirige a mi ojalito virgen inicia una muy lenta pene-tracción, me duele y a la
vez me hace sentir una deliciosa y extraña sensación, una vez que ya está buena
parte de ese falo dentro de mí, tú te ubicas de manera que tu vulva queda
frente a mi boca y aferrando mi cabeza con tus manos me induces a que te haga un sexo oral, luego alargas tu
brazo hasta agarrar mi pene erecto y inicias su pajeo, entonces mi lengua afana
en tu clítoris, en tus labios vaginales, en la entrada de tu vagina, el macho
comienza a sifonearme rítmicamente aumentando mi dolor anal y también el goce
sodomítico, y tú me masturbas frenética apretando mi pichula, de pronto, como
si los tres entráramos en una misma locura genital al mismo tiempo nos viene un
exultante clímax orgásmico, yo lengüeteo tu vulva, él me pene-tra y bombea, tú
nos animas con palabras soeces, y entras en orgasmo estremeciéndote y gritando,
él eyacula dentro de mí hundiendo su verga y gritando, y yo al sentir el esa
brusca pene-tración y el derrame interior de su semen caliente eyaculo en tu
mano gritando. Después de goce desatado los tres nos dejamos caer en el lecho,
saciados y cansados, un silencio llena el ámbito de esa intimidad compartida,
él se va o desaparece, no nos importa pues y tú y yo comenzamos a besarnos
tiernamente como en un sueño que ya habíamos soñado.
Tu Vizconde soñador.
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