ENVERGADURA
Acallampada, circuncidada, dura, potente e imponente,
levemente curvada hacia arriba, toda intensa, rosada y erguida carne viril de
macho seminal, la mano varonil aferra el falo duro y erecto masturbándolo con
lento goce, con cortos movimientos, sintiendo en su sensibilidad fálica la
deliciosa sensación de su pene introducido, pene-trante un su onanismo
solitario. Eyacula gozoso en sus chijetes de leche sexual, y salta el chorro de
semen caliente, denso, mientras en el instante del clímax el cuerpo se
estremece invadido de embriaguez sexual. Escurre ese moco lechoso, cae como
hilos salvajes de néctar priápico, quemantes y vanos sin mojada vagina ni
apretado ano que los reciba, los absorba, los disfrute en orgasmos de hembra o
de macho pasivo. Mana, destila, estruja el inquietante pico endurecido, la
gorda callampa del balano enrojecida, el meato mórbido, fluye el semen
vertical, la mano exprime, pajea hasta
hacer baja la cabeza de la hermosa pichula, llevando el frenillo al límite del
estiramiento y dolor. El culo se aprieta imaginando las primeras punzada de esa
verga rígida en el ano virgen, sintiendo los movimientos pene-trativos
iniciales, temiendo el dolor en medio del cual florece el goce anal,
sodomítico, hay una tensa expectativa por una irrupción dolorosa que rompa el
virginal esfínter, el anillo atrapador que a la vez desea locamente ser
desvirgado, violentado, abusado, ser y sentir como hembra violada, con dureza
carnal pene-trada. El cuerpo se sensibiliza imaginándose en cuatro patas como
una perra en celo ofreciendo el culo coqueto a ese grueso miembro masculino, se
imagina levantando las nalgas y arqueando hacía abajo la cintura para facilitar
la intrusión. Siente la entrada de la cabeza del pene endurecido, lenta pero
continua, trata de abrir su flor del sur, siente la breve brusquedad del balano
que cruza el esfínter anal, el príapo entra, pene-tra más y más, y sigue
hundiéndose en esa tibia carne ofrecida que goza invadida de ese placer
distinto y prohibido. Siente la corona del glande atrapada, abotonada con el
anillo del ano, siente como el macho lo culea metiendo y sacando su pichula con
brusca desesperación, siente como lo sifonéa incesante, siente el roce
campaneado de los testículos en sus ancas, presiente la potente eyaculación
siente el chorro de semen impregnando su recto. Se siente ramera, sucia puta,
maraca envilecida, meretriz gozada y mujer mancillada, siente el placer y el dolor
en una mezcla embriagante, loca. Siente extrañas sensaciones, pervertidas,
anheladas, ansiadas. Siente como el macho va retirando su verga suavemente,
siente un dolor sordo pero no desagradable, siente la salida final del pene
como una burbuja que explota sin sonido. Se imagina que se relaja, se tira de
bruces sobre el lecho, su pichulita aun permanece erecta, no quiere pensar en
lo sucedido, solo sabe que acaba de florecer en una exquisita sodomía.
Tu Vizconde extasiado.
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