sábado, 26 de octubre de 2013

Cartas desde mi infierno (68)


ENVERGADURA

Acallampada, circuncidada, dura, potente e imponente, levemente curvada hacia arriba, toda intensa, rosada y erguida carne viril de macho seminal, la mano varonil aferra el falo duro y erecto masturbándolo con lento goce, con cortos movimientos, sintiendo en su sensibilidad fálica la deliciosa sensación de su pene introducido, pene-trante un su onanismo solitario. Eyacula gozoso en sus chijetes de leche sexual, y salta el chorro de semen caliente, denso, mientras en el instante del clímax el cuerpo se estremece invadido de embriaguez sexual. Escurre ese moco lechoso, cae como hilos salvajes de néctar priápico, quemantes y vanos sin mojada vagina ni apretado ano que los reciba, los absorba, los disfrute en orgasmos de hembra o de macho pasivo. Mana, destila, estruja el inquietante pico endurecido, la gorda callampa del balano enrojecida, el meato mórbido, fluye el semen vertical,  la mano exprime, pajea hasta hacer baja la cabeza de la hermosa pichula, llevando el frenillo al límite del estiramiento y dolor. El culo se aprieta imaginando las primeras punzada de esa verga rígida en el ano virgen, sintiendo los movimientos pene-trativos iniciales, temiendo el dolor en medio del cual florece el goce anal, sodomítico, hay una tensa expectativa por una irrupción dolorosa que rompa el virginal esfínter, el anillo atrapador que a la vez desea locamente ser desvirgado, violentado, abusado, ser y sentir como hembra violada, con dureza carnal pene-trada. El cuerpo se sensibiliza imaginándose en cuatro patas como una perra en celo ofreciendo el culo coqueto a ese grueso miembro masculino, se imagina levantando las nalgas y arqueando hacía abajo la cintura para facilitar la intrusión. Siente la entrada de la cabeza del pene endurecido, lenta pero continua, trata de abrir su flor del sur, siente la breve brusquedad del balano que cruza el esfínter anal, el príapo entra, pene-tra más y más, y sigue hundiéndose en esa tibia carne ofrecida que goza invadida de ese placer distinto y prohibido. Siente la corona del glande atrapada, abotonada con el anillo del ano, siente como el macho lo culea metiendo y sacando su pichula con brusca desesperación, siente como lo sifonéa incesante, siente el roce campaneado de los testículos en sus ancas, presiente la potente eyaculación siente el chorro de semen impregnando su recto. Se siente ramera, sucia puta, maraca envilecida, meretriz gozada y mujer mancillada, siente el placer y el dolor en una mezcla embriagante, loca. Siente extrañas sensaciones, pervertidas, anheladas, ansiadas. Siente como el macho va retirando su verga suavemente, siente un dolor sordo pero no desagradable, siente la salida final del pene como una burbuja que explota sin sonido. Se imagina que se relaja, se tira de bruces sobre el lecho, su pichulita aun permanece erecta, no quiere pensar en lo sucedido, solo sabe que acaba de florecer en una exquisita sodomía.

Tu Vizconde extasiado.

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