lunes, 8 de julio de 2013

Cartas desde mi infierno (39)



La nueva señora que iba a hacerme las cosas y la comida todos los días, era bien mayor, por ese tiempo yo tenía 45 años y ella debe haber tenido unos 60 o más. Era delgada, rubia, baja, con cara calentona. Yo sabia por otro conducto que le gustaba el sexo, en especial con hombres jóvenes. Recuerdo que siempre fue muy correcta y muy dama conmigo. A mi me atrajo desde el principio, la encontraba incitante y sensual. De a poco fuimos tomando confianza, conversando de distintos tema, hasta llegar a temas sexuales, le mostré mis revistas porno, incluso un consolador que yo tenia, pero nunca paso nada. Como que se hacia la que no sabia mucho de esas cosas. Todo eso que conversábamos me calentaba mucho, más de alguna vez después que ella se iba yo me tuve que masturbar porque quedaba caliente. Incluso yo a propósito cuando llegaba del trabajo me desnudaba y me ponía solo la bata para comer, así que a veces mientras conversábamos de temas de sexo a mi se me iba parando mi verga y yo me la acariciaba debajo de la mesa. No se si ella se daba cuenta de esto. No me atrevía a decirle algo directamente. Llegue a desearla tanto que se me ocurrió como ir viendo si también tenía algún interés en mí. Un día la pedí que me tuviera preparado el baño parar darme un baño tibio de tina cuando llegara del trabajo. Así que yo llegaba en la tarde y ella me tenia preparado el baño, después yo comía. Pasaron varios días con esta rutina, hasta que un día cuando yo estaba en la bañera, con espuma de baño, la llamé para que me trajera un vaso de bebida, ella entro al baño media cohibida y yo le dije que no se preocupara que la espuma ocultaba todo, se sonrió y me dijo bromeando que además no había nada nuevo que no haya visto antes. Así pasaron otros días con la rutina de llevarme bebida al baño, después se quedaba a conversar conmigo mientras yo fumaba, de a poco fue mirando más en confianza, después yo no usaba espuma y me daba cuenta que ella me miraba mi pichula medio de reojo, seguimos con los temas de sexo, hasta que un día me excité con la conversación y se me paró el pene bajo el agua, yo asomé el glande sobre el agua y le dije que mirara el periscopio, se rió y dijo que estaba bien bueno! Seguimos así un par de días, yo ya en confianza, cuando se me paraba me lo agarraba con la mano y lo acariciaba mientras conversábamos, ella me miraba nomás, pero se notaba que lo disfrutaba, hasta que un día le dije que ya estaba tan caliente que me iba a tener que masturbar y que si quería tocarlo para que no quedara con las ganas, hizo como que dudaba pero al fin me dijo que bueno!, comenzó a tocarlo y acariciarlo hasta que termino masturbándome. Fue muy rico porque yo esperaba hacia mucho tiempo llegar a eso. De ahí para adelante comenzamos ambos a disfrutarlo, yo llegaba y desnudaba y me iba desnudo al baño, me metía en la tina y le pedía bebida, ella me la traía y nos poníamos a conversar hasta que yo me excitaba y se me paraba el pico. Entonces me salía del agua y ella me secaba suavemente dejando el pene para el ultimo, cuando comenzaba a secarlo lo acariciaba, y comenzaba a correrme la pajita y después me lo chupaba hasta ponerme bien caliente, entonces nos íbamos a culiar a la cama, o yo me quedaba desnudo, sin acabar, y me iba al comedor a comer, y después del café nos íbamos a gozar al dormitorio. Cuando yo tenía alguna cita después o no tenia ganas, le avisaba del trabajo que no me preparara el baño, y ella entendía que ese día no iba a pasar nada. Todavía me excito cuando me acuerdo de ese tiempo, me gustaba mucho la situación, andar desnudo delante de ella, a veces con el pico parado y que me lo tocara a la pasada. Para que decir de cómo me lo chupaba, era realmente rico, lo hacia muy pero muy bien, se notaba que lo disfrutaba. También recuerdo que a veces yo la miraba mientras se cambiaba ropa cuando llegaba o se iba, yo me quedaba en la puerta de la pieza con mi pichula parada, haciéndome la paja y mirándola, ella en cuadros y corpiño, se demoraba harto en cambiarse ropa a la espera de que yo acabara. Fueron tiempos muy sensuales y agradables. Esto duro como seis meses, hasta que me vine a la capital.


El Vizconde exhibicionista.

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