DEFENSA DE RAUL (1)
Náufrago en una isla desierta de estímulos sensuales,
en una continua sequía de sexo, por esos tiempos antes de ti navegaba en sus
fantasía por Internet. Eran tiempos de muchos virus y escasos antivirus, por lo
que siempre andaba temeroso de entrar sitio porno, de ver o bajar videos, y se
contentaba con fotografías indecentes, de todo tipo, parejas, amateurs y sobre
todo maduras, teniendo sexo en diversas poses o lugares, mujeres desnudas,
mayores y macizas, bien rellenitas, exhibiéndose o masturbándose con mano
propia o con un consolador, machos pajeándose con sus gruesos miembros erectos
y duros, parejas haciéndose sexo oral recíprocamente, en fin, todo aquello que
lo calentara hasta la erección para terminar esa sesiones con una deliciosa
masturbada. Gustaba ver sitios de voyeristas, de nudistas, de travestís y de
mujeres muy maduras, pero siempre buscando los cuerpos normales, no las chicas
playboy ni los varones apolíneos, si no gente corriente, de cuerpo mas bien gorditos
, como lo que se ven día a día en las calles del barrio, en el metro o en la
tiendas. Cuerpos como el de él mismo. Le atraían y excitaban las tetas grandes
y los rollitos en la cintura, las pichulas podían estar fláccidas o muy paradas
y duras, muy rara vez vio foto o videos de gays, no le atraían, no le
calentaban, no se sentía representado por dos hombres mamándose las vergas o
abotonados, en cambio sentía inquietantes sensaciones ante las imágenes de
damitas travestís, aunque tuvieran rasgos y cuerpos de hombres. Se inscribió en
innumerables de sexo grupos de yahoo, de maduras, de travestís, de nudistas, de
masturbadotes. En esos territorios encontraba salida a sus ansias masturbadoras
ya sus obsesiones fálicas. También en algunas webs donde podía publicar bajo
seudónimos sus poemas eróticos o pornos. En esos lugares conoció a varias
personas, mujeres y travestís, o incluso machos bajo seudónimos femeninos, con
algunas de ellas llegó al excitante cybersexo, con otras solo a interesantes
amistades íntimas. Pero siempre detrás de una mascara o un seudónimo para
esconder su nombre verdadero y su vida formal y familiar, también para escribir
y expresar sin censuras sus fantasías y deseos impúdicos o pervertidos. Eran
los tiempos de los alegres juegos sexuales virtuales. Por todo esto Casandra
mía es que te digo que Raúl no fue un mentiroso ni un engañador contigo, él fue
mas bien un tímido y timorato miedoso que se acercó a tu vida fascinado por ti,
pero con temor de mostrarse como lo que era, uno de los tantos inofensivos
depravados que pululan por Internet en busca de equívocos placeres virtuales,
sin dañar a nadie.
El Vizconde de los Seudónimos.
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