martes, 2 de julio de 2013

Carta desde el paraíso 15


DEFENSA DE RAUL (1)

Náufrago en una isla desierta de estímulos sensuales, en una continua sequía de sexo, por esos tiempos antes de ti navegaba en sus fantasía por Internet. Eran tiempos de muchos virus y escasos antivirus, por lo que siempre andaba temeroso de entrar sitio porno, de ver o bajar videos, y se contentaba con fotografías indecentes, de todo tipo, parejas, amateurs y sobre todo maduras, teniendo sexo en diversas poses o lugares, mujeres desnudas, mayores y macizas, bien rellenitas, exhibiéndose o masturbándose con mano propia o con un consolador, machos pajeándose con sus gruesos miembros erectos y duros, parejas haciéndose sexo oral recíprocamente, en fin, todo aquello que lo calentara hasta la erección para terminar esa sesiones con una deliciosa masturbada. Gustaba ver sitios de voyeristas, de nudistas, de travestís y de mujeres muy maduras, pero siempre buscando los cuerpos normales, no las chicas playboy ni los varones apolíneos, si no gente corriente, de cuerpo mas bien gorditos , como lo que se ven día a día en las calles del barrio, en el metro o en la tiendas. Cuerpos como el de él mismo. Le atraían y excitaban las tetas grandes y los rollitos en la cintura, las pichulas podían estar fláccidas o muy paradas y duras, muy rara vez vio foto o videos de gays, no le atraían, no le calentaban, no se sentía representado por dos hombres mamándose las vergas o abotonados, en cambio sentía inquietantes sensaciones ante las imágenes de damitas travestís, aunque tuvieran rasgos y cuerpos de hombres. Se inscribió en innumerables de sexo grupos de yahoo, de maduras, de travestís, de nudistas, de masturbadotes. En esos territorios encontraba salida a sus ansias masturbadoras ya sus obsesiones fálicas. También en algunas webs donde podía publicar bajo seudónimos sus poemas eróticos o pornos. En esos lugares conoció a varias personas, mujeres y travestís, o incluso machos bajo seudónimos femeninos, con algunas de ellas llegó al excitante cybersexo, con otras solo a interesantes amistades íntimas. Pero siempre detrás de una mascara o un seudónimo para esconder su nombre verdadero y su vida formal y familiar, también para escribir y expresar sin censuras sus fantasías y deseos impúdicos o pervertidos. Eran los tiempos de los alegres juegos sexuales virtuales. Por todo esto Casandra mía es que te digo que Raúl no fue un mentiroso ni un engañador contigo, él fue mas bien un tímido y timorato miedoso que se acercó a tu vida fascinado por ti, pero con temor de mostrarse como lo que era, uno de los tantos inofensivos depravados que pululan por Internet en busca de equívocos placeres virtuales, sin dañar a nadie.
El Vizconde de los Seudónimos.


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