domingo, 30 de junio de 2013

Cartas desde el purgatorio (8)


Andrés Villa. Del grupo Masturbación Hombres Héteros.


Relataré cual era mi forma favorita de masturbarme antes de casarme. Ahora no me es posible ya que tengo compañía en la cama, y no me quejo, eso es genial y maravilloso, pero siempre añoraré esos momentos a solas. Es cerca de media noche, estoy en mi habitación, ya no hay nada interesante que ver en el televisor, permanezco despierto a la espera de que todos en casa se dispongan a dormir. Las altas horas de la noche y el aburrimiento hacen efecto en mí y comienzo a quedarme dormido. El sonido de una puerta que se cierra me despierta y me doy cuenta de que mis padres se han ido a la cama. Listo, ya no hay riesgos. El silencio de la noche es el peor de los delatores, así que soy cuidadoso de no hacer ningún ruido cuando me dirijo a mi cajón "especial", de ahí saco una botella de lubricante y la coloco a lado de la cama, en donde la tenga a mano. Enseguida me desnudo por completo, ya estoy con la verga dura y deseosa de recibir placer. Me recuesto en mi cama y tomo la botella de lubricante, sin más espera dejo caer unas gotas del aceite en mi verga y hecho un poco mas en mis manos, las froto, y luego las llevo a mi sexo. Que placentero es ese primer contacto, el comienzo de lo que sabemos será una paja monumental. Comienzo a recordar la platica de aquella tarde, esa que me dejo tan caliente. La chica en el Chat era muy ardiente, no dejaba de decirme que tenía ganas de comerse mi verga hasta sacarme toda la leche. Que imágenes tan placenteras me producen aquellas palabras. Aquí estoy, envuelto por el silencio de la noche, embadurnado en aceite caliente por la temperatura de mi cuerpo. Tomo un poco más para llenar con el mis testículos, y continuo con mi trabajo. Con una mano recorro toda la extensión de mi pene y con la otra acaricio mis testículos, ansiosos por ser descargados. Poco a poco la conversación de esa tarde se va de mi mente, ahora estoy excitado por el simple hecho de estar gozando, por estarle dando placer a la persona que más quiero en este mundo. Con una mano tomo mi pene por la base para mantenerlo firme, mientras con la otra comienzo a acariciar la cabeza, que se desliza suavemente por función del eficaz lubricante. Oh!! que delicia!, siento los espasmos de mi cuerpo en reacción a tan intensa caricia en esa parte tan sensible. Me detengo. Aun no es tiempo, todavía quiero seguir disfrutando. Dejo que mis manos aceitosas recorran mi cuerpo, mis piernas, mi pecho, dándole un pequeño descanso a mi sexo, permitiéndome mitigar un poco aquella excitación que no tardaría en hacerme llegar al orgasmo. Una de mis manos sigue acariciando mi pecho y pezones, y la otra se dirige a mis testículos, los toco, los acaricio, los presiono suavemente, sólo lo suficiente para sentir ese pequeño dolor placentero. Sopeso mis testículos en mi mano, haciéndolos saltar sobre la palma, tomando, luego, el escroto entre la yema de mis dedos índice y pulgar para darle un suave masaje circular. Bajo un poco y comienzo a acariciar la zona entre el ano y los testículos, esto es muy placentero y lucho por contener mis gemidos, por que sé que es fácil que me escuchen. Mi pene salta rítmicamente con cada espasmo de mi cuerpo, veo como la cabeza esta tensa como el cuero de un tambor, roja y que hay unas gotas cristalinas fluyendo a través del orificio. Ya no puedo más. La mano que acariciaba mi cuerpo regresa a mi pene y con la punta de mi dedo esparzo esas gotas cristalinas y viscosas sobre la cabeza. Comienzo a recórrelo completamente, mi otra mano sigue acariciando el perineo, presionando suavemente. Mi cuerpo se mueve casi de manera involuntaria, estoy conciente de que ya no me podré detener. Lo siento cerca, el placer se esta volviendo tan intenso que me es muy difícil contener mis gemidos. Muerdo mis labios. Se que ya viene y rápidamente me acomodo para lo siguiente: giro sobre mi espalda para que mis pies se recarguen en la pared, trepo en ella quedando casi de manera vertical recargado en el muro, cabeza abajo, con mi verga apuntando justo a mi cara. Mantener esta posición puede resultar algo incomodo, pero ya no importa, estoy por terminar y esa pequeña molestia es insignificante en comparación con lo que recibiré a cambio. Sigo acariciando mi pene y testículos, cada vez con mas intensidad y velocidad, me excita ver mi pene apuntando a mi rostro, sentir como se hincha cada vez mas en mi mano, como se pone mas y mas caliente, mas y mas duro. Ya! ya viene!! lo siento!, un orgasmo intenso que hace estremecer todo mi cuerpo. El primer chorro descontrolado cae sobre mi mejilla. Es mío, es mi placer materializado, mi energía sexual liberada, y no siento ninguna repugnancia por el. Recibo el siguiente disparo de semen justo en mi boca. Paladeo ese sabor característico, incomparable e inconfundible. Recibo las últimas gotas que caen lentamente. Sólo lamento no tener la capacidad de alcanzar mi pene con mi lengua, para poder dejarlo limpio. Suspiro satisfecho, haciendo un esfuerzo enorme por volver a mi posición horizontal sin que mi cuerpo caiga de golpe por efecto del repentino relajamiento de los músculos, mis brazos caen flácidos a mis costados. Mis piernas tiemblan levemente. Mi pene reposa aun rígido sobre mi abdomen. Con mi mano recojo de mi mejilla el disparo errado y lo llevo a mi boca. Otro suspiro satisfecho. El sueño me llega como un golpe, tratando de dejarme inconsciente, relajado. Sólo puedo dejar el lubricante a un lado, donde no sea visto por la mañana y pueda esperar hasta q despierte para devolverlo a sus sitio. Tomo una sabana y me cubro con ella. Y antes de darme cuenta estoy dormido. 

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