sábado, 15 de junio de 2013

Cartas desde mi infierno (32)



“Una travesti no es un varón homosexual que se viste de mujer. Siente mujer pero no niega su origen del sexo opuesto, mantiene sus genitales y no se acompleja por tenerlos”. ¿Qué buscan los hombres en los travestis?

Reconozco (o confieso) mi admiración casi viciosa por las damitas travestís, y si maduritas mejor, me embriagan sus actitudes tan femeninas, sus delicadas y provocativas poses, sus coqueteos desenfadados, pero sobre todo esa feminidad mas intensa aun que la de las mujeres biológicas, pues una damita trava debe sobreponerse al capullo que la envuelve y romperlo para salir a la luz. En ellas la femineidad esta en la sensual vestimenta, en el excesivo maquillaje, la vanidosa peluca y en la voluptuosa actitud, no en el físico ni en los rasgos del rostro. Creo que la fascinación me viene también por la verga de otro macho, pero más como objeto fetiche que como instrumento que me pueda dar placer. El placer de una verga a mano es personal, es algo que proviene de mi interior, me lo da el hecho puro y simple de tocarla o mamarla, no el que pertenezca a otro hombre. En mis escasas experiencias con vergas ajenas; con un travestí joven, en uno trío con una pareja (hombre y mujer) amiga, con un amigo gay, y con un amigo no gay, en ninguna de estas ocasiones penetre ni fui penetrado, por que no me atraía la idea, no sentí el deseo de hacer lo uno ni lo otro. Tampoco me sentí gay en esos juegos, más bien fui un macho en juegos eróticos con otro macho. Sí he sido penetrado en juegos lésbicos con una amiga-amante que era mujer biológica, y en esos momentos me he sentido una putita alocada y gozadora. Creo que en mi caso, más que una tendencia a la homosexualidad es como una búsqueda de más placer sexual, y agotadas las opciones como macho lo busco intensificando mi lado femenino, que todos tenemos mas o menos desarrollado, y secretamente escondido. Cuando disfrutaba la imagen ardiente y alocada de alguna damita que me excitaba vía webcam o simplemente por chateo, no la veía como hombre vestido de mujer, ni menos como un gay, sinceramente la veía, sentía y disfrutaba como una mujer plena. Y a la vez me hacía sentir muy macho, muy varonil. Lo mismo me sucedía cuando en algunas pocas ocasiones el juego virtual era entre dos damitas, entonces yo asumía plenamente el papel de hembra, y tampoco me sentía gay. No me gustan los hombres, solo me gusta la verga como objeto erótico, mi gustillo es una fijación por el miembro viril, me encantan esos prepucios largos, cuello de tortuga, pues cuando el glande se asoma lentamente es una imagen sobrecogedora. En fin, la verga es mi fetiche; un objeto material, de culto, que es venerado como un ídolo.
El Vizconde sincerado.


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