“Una travesti no es un
varón homosexual que se viste de mujer. Siente mujer pero no niega su origen
del sexo opuesto, mantiene sus genitales y no se acompleja por tenerlos”. ¿Qué
buscan los hombres en los travestis?
Reconozco (o confieso) mi admiración casi viciosa por
las damitas travestís, y si maduritas mejor, me embriagan sus actitudes tan
femeninas, sus delicadas y provocativas poses, sus coqueteos desenfadados, pero
sobre todo esa feminidad mas intensa aun que la de las mujeres biológicas, pues
una damita trava debe sobreponerse al capullo que la envuelve y romperlo para
salir a la luz. En ellas la femineidad esta en la sensual vestimenta, en el excesivo
maquillaje, la vanidosa peluca y en la voluptuosa actitud, no en el físico ni en
los rasgos del rostro. Creo que la fascinación me viene también por la verga de
otro macho, pero más como objeto fetiche que como instrumento que me pueda dar
placer. El placer de una verga a mano es personal, es algo que proviene de mi
interior, me lo da el hecho puro y simple de tocarla o mamarla, no el que
pertenezca a otro hombre. En mis escasas experiencias con vergas ajenas; con un
travestí joven, en uno trío con una pareja (hombre y mujer) amiga, con un amigo
gay, y con un amigo no gay, en ninguna de estas ocasiones penetre ni fui
penetrado, por que no me atraía la idea, no sentí el deseo de hacer lo uno ni
lo otro. Tampoco me sentí gay en esos juegos, más bien fui un macho en juegos eróticos
con otro macho. Sí he sido penetrado en juegos lésbicos con una amiga-amante
que era mujer biológica, y en esos momentos me he sentido una putita alocada y
gozadora. Creo que en mi caso, más que una tendencia a la homosexualidad es como
una búsqueda de más placer sexual, y agotadas las opciones como macho lo busco
intensificando mi lado femenino, que todos tenemos mas o menos desarrollado, y
secretamente escondido. Cuando disfrutaba la imagen ardiente y alocada de
alguna damita que me excitaba vía webcam o simplemente por chateo, no la veía
como hombre vestido de mujer, ni menos como un gay, sinceramente la veía, sentía
y disfrutaba como una mujer plena. Y a la vez me hacía sentir muy macho, muy
varonil. Lo mismo me sucedía cuando en algunas pocas ocasiones el juego virtual
era entre dos damitas, entonces yo asumía plenamente el papel de hembra, y
tampoco me sentía gay. No me gustan los hombres, solo me gusta la verga como
objeto erótico, mi gustillo es una fijación por el miembro viril, me encantan
esos prepucios largos, cuello de tortuga, pues cuando el glande se asoma lentamente
es una imagen sobrecogedora. En fin, la verga es mi fetiche; un objeto
material, de culto, que es venerado como un ídolo.
El Vizconde sincerado.
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