IMAGINACIONES SECRETAS
“A lo largo de la fase
fálica los hombres comienzan a experimentar sentimientos sexuales hacia sus
madres; ven a sus padres como competidores y temen ser castrados, proceso que
resulta en el complejo de Edipo. La obsesión en esta fase genital puede
conducir a la desviación sexual o a la identificación con identidades sexuales
débiles y confusas”. Sigmund Freud.
Vaga mi imaginación por un miembro en deliciosa erección,
una verga dura, roja, como un ídolo fálico imponente, siente su dureza erótica,
de macho, mi mano lo aferra por el tallo endurecido, imagino tocarlo con la
punta de mi lengua como si fuera un botón de flor, rodearlo tiernamente con mis
labios, estremecerlo en el deseo que me consume, sentir su tierna dureza en mi
boca y mamarlo hasta tu orgasmo, hasta la eyaculación inevitable, el pene
erecto brilla humedecido en un ámbito de luz erótica, mi mano lo toca, lo
acaricia, lo masturba, está inhiesto, duro, orgulloso, cumbre de placer, túmulo
de delicias, columna carnal, de suave tacto, de impúdica y ansiosa erección, enciende
todas las ansias, carnal capullo en tierna espera de mi mano, de mis labios, de
mi boca, descansa o acecha, quieto y delicado, delicioso en su férrea virilidad.
Busca en la caricia deslizante, en la escurríente saliva, en la mano de macho
que lo atrape la erección sensible y gozosa que lo lleve en un suave orgasmo a
la densa y vibrante eyaculación. La mente lujuriosa juega con ese miembro
erecto, potente, erguido como un mástil orgulloso, ve su piel oscura, el glande
violáceo, brillante por la intensa erección, puede sentir en sus dedos
pecadores la sensación del tacto de la verga, esa mezcla de dureza y suavidad a
la vez, imagina como sería tomarlo con toda la mano, sentir esa musculatura
vertical latiendo como un animal vivo y penetrante. Mi mano en el vientre, en
la maraña oscura de una selva sedosa, una torre roja, rígida, ardiente, despierta
urgida en el deseo con su altiva cúpula brillante y sus latidos anhelantes, sentí
el tacto de una dureza erecta, rígida, tiesa, la tibia sensación carnal de su
turgencia, de una verga punzante y su semen como una lava. Mi mano se desliza hasta
la erecta virilidad anhelante, y allí se empuña la tierna columna fálica, aferra
el miembro erguido haciendo aflorar la turgente cabeza, aprieta el miembro, túrgido,
agrandado y reluciente como un tótem violento que surge en medio del velludo
pubis, coge el ídolo de tibia carne y mármol ancestral y lo tensa, lo aprieta,
lo pulsa, mi mano es ritmo, cadencia, un arriba y abajo lento e intenso sobre
la carne henchida en cadencia ondulante, vaivén, mástil erectísimo, el falo es
una torre carnal y sensible que se derrumba como una víbora ansiosa y se rinde
a un placer insoportable. Algo tibio pero quemante, lácteo manantial surge, escurre,
un íntimo fluido denso y suave, un brebaje como una miel blanca y delicada,
unta. Un pene hinchado, un imponente falo febril y endurecido, desafiante, se
vierte saciado en un caliente brebaje lechoso que escurre por mi mano
quemándola en un breve infierno.
El Vizconde enfalado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario