“Cuando uno reconoce una
adicción, el factor vergüenza se vuelve en su contra”. Coleccionismo ¿Vicio o
pasión?
Mi colección, un verdadero joyero fálico, ya contiene
más de 180 vergas seleccionadas pacientemente de acuerdo a mi pervertido e
intimo gusto, aquellas que me atrajeron por su tamaño, largo y/o grosor, forma,
actitud, tipo de prepucio, colorido del glande, nervadura de sus venas, lo
imponente de su imagen o simplemente porque me estremecieron a primera vista. Pero
hay varias muy especiales, claramente identificables, como si pertenecieran a
un grupo distinto, que poseen un morbo inquietante que sacude instintivamente mis
más tensas fibras de macho, y son los delicados penes de las shemales, no de crossdresser
o travestís, ni de transexuales, si no
de esas ambiguas hombres-hembras de hermosos senos y cuerpos pálidos, lampiños,
de piel tersa y suave, hormonados, de frágiles libélulas o sutiles mariposas. Sus
vergas, o dilatados clítoris, como prefiero llamarlos, se ven deliciosas e
inofensivas aun erectas, en medio de sus pubis siempre muy bien depilados, son rosaditas
y tiernas, blanditas como para hacerle chupete, tiernecitas para mordisquearlas
a destajo y endurecerlas para que asome su cabecita rosadita y brillante. Mi fijación,
obsesión, perversión, es tocarlas, sentir su blandura sexual de animal dormido,
e ir despertándolas suavemente, que se endurezcan en mi mano, que su tímido glande
se ponga tenso y enrojecido, como el breve capullo de una rosada rosa. No todas
la verguitas de shemales poseen esa delicada apariencia impúber, de suave y
blanca piel en el tallo, de breves testículos lampiños, de glande rosa pálido y
casi cristalino, de tierno prepucio virginal, hay otras mas masculinas, mas de
macho, aunque conservan cierta consistencia femenina, quizás porque el pubis
está muy depilado, quizás porque ver senos de oscuros pezones y un falo en el
mismo cuerpo afeminado predispone al macho que observa a un deseo impuro,
instintivo, pervertido. Las shemales son para mi una fantasía inalcanzable, pero
también tienen un lado fatídico, sus imágenes se prestan para ser trucadas, es
fácil, una mujer a la que se le adhiere una verga del mismo matiz de su piel,
por lo que como un castigo a mi voluptuosidad siempre me quedo en duda frente esas
vergas exquisitas. Por eso cuando veo una pichulita de una shemale que me atrae
la miro con mucho detalle, con obsesiva atención, reviso con zoom si hay truco
o es una imagen real, si la base del pene esta unida naturalmente al cuerpo, si
su tamaño es proporcional al conjunto. Todo es más fácil cuando son varias
fotografías de la misma damita en diferentes posturas, pues es más difícil
fotoshopear varias imágenes sin dejar algún pequeño rastro. Pero estos desafíos
son lo que más disfruta un buen y experto colector que goza con cada una de sus
piezas.
El Vizconde coleccionista.
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