lunes, 24 de junio de 2013

Carta desde el paraíso (13)


Pero hay más aun entre nosotros, también existe esta impetuosa comunicación, que yo siento plena, absoluta, abierta como sí estuviéramos abrazados desnudos sobre el lecho, un conexión intensa como un largo beso de amor en que las lenguas se entrelazan y se beben las salivas con la sed desesperada de fundirse en un solo ser, como un acto sexual sublime que florece en gritos y quejidos, en estertores y retorcimientos, en goce y entrega. Porque siento que me has dado tu virginidad ética, que te he desflorado con mis palabras, que he roto ese delicado himen que guardabas intocado para mí en una dulce violación lenta y tranquila, hundiéndome en tu cuerpo como un príapo construido con carnales y pervertidas cosas que desconocías, que incluso ni imaginabas que pudieran suceder o pensarse, te he pene-trado con mi obsesión como si fuera un falo abriendo tus labios vaginales, irrumpiendo en tu vagina, llenándola de mi semen mental, de la densa leche de mis fantasías. Aquí somos por mi escritura y tu posible lectura como dos caracoles que hacen el amor en la verde y húmeda grama, al amanecer de una primavera secreta, embebidos en sus babas, trenzados en un coito salvaje, lubricado, lascivo y genital, y en el que ambos son macho y hembra a la vez, urgidos por sus sexos pene-trantes o receptivos, duales, atrapados en un rito sórdidos momentos de enternecido clímax. Y todo se mezcla en el ámbito voluptuoso de la copula ambigua, donde el que escribe pene-tra en la que lee con su verbo erecto, y la que lee pene-tra en la mente del que escribe a través de la imágenes que describe, de sus ideas y de sus fantasías desnudadas en palabras. Es que este vínculo es como un oleaje depravado que arremete una y otra vez contra los altos muros de tu pudor, es como una erótica danza a medianoche en el bosque de los deseos, y ambos bailamos en torno a un inmenso falo iluminados por el fuego de la hoguera de mis perversiones. Y ahí, solitarios y desenfrenados, desnudos y sudorosos, nos entregamos a nuestras locas fantasías, yo con aspavientos de fauno en celo y tú con el recato de ninfa que busca tímida asustada su desfloración. Y el pene se alza orgullosamente erecto como símbolo del virginal sacrificio, y una flor escondida late y se abre tierna y ceñida esperando el empotramiento fálico, y las altas llamas alumbran antes de la madrugada la carnal consumación. Y sigo excitado escribiendo para tus ojos y tú sigues haciendo como que me lees, ruborizada por los reflejos de mi fuego que te alcanza.
Tu Vizconde hechizado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario