martes, 18 de junio de 2013

Cartas desde mi infierno (34)



Hace diez años compré un conventillo como parte de mis inversiones en bienes raíces. Conventillo es un tipo de vivienda urbana colectiva, donde cada cuarto es alquilado por una pequeña familia o por una persona sola. Tiene 6 piezas para arrendar, hace unos meses, después que se fueron las dos arrendatarias comencé a ir al conventillo mas seguido, primero a limpiar y ordenar un poco las piezas desocupadas, y después simplemente para estar solo en esas piezas vacías. Entre las cosas interesantes que encontré fue que Rosa, una arrendataria de las que se cambió, muy tetona y vulgar, había dejado algunas de sus ropas muy usadas; dejó una falda larga y un vestido suelto agitanado como camisola de vestir y unos suecos. De inmediato se despertó el instinto travestí de la Baronesa y pensé ponerme esas cosas para calentarme y sentir en mi piel esa sexualidad vulgar y exuberante de la Rosa. Por eso dejé para mí una de las piezas. Tiene una mesa, una silla, un sofá y un mueble tipo ropero. Así que de vez en cuando me voy allá con la idea de hacer alguna cochinada; practicar el nudismo casero que me encanta, pajearme solo y tranquilo viendo en mi MP4 algunos videos porno, y/o usar la ropa de la Rosa. Entró en mi pieza, cierro por dentro y me desnudo completamente, a veces para partir calentándome me visto con la camisola de vestir y los suecos. En otras ocasiones me quedo sentado cómodamente, desnudo viendo videos y a pajeándome tranquilo hasta que acabo. Luego me visto y me vuelvo a la casa muy relajado. Hay una sensualidad especial, intensa y morbosa, en andar desnudo por un lugar ajeno a nuestro ámbito normal y rutinario, sabiendo que afuera hay otras personas que ni se imaginan que uno está desnudo, manoseando su verga, masturbándose tranquilamente, o simplemente sentado relajadamente. Me gusta mucho andar desnudo por la pieza, me recuerda cuando viví solo en el norte un par de años y practicaba todos los días el nudismo casero. Además de jugar al exhibicionismo con algunas de las señoras que me trabajaron de sirvientas. Esa mezcla de nudismo exhibicionista tiene un morbo exquisito pero solo me he atrevido a practicarlo en condiciones caseras y con aquellas damas en las que confiaba y me conocían bien, que sabían que se trataba de un juego inofensivo del patrón, que era una persona respetuosa y decente.  

El Vizconde nudista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario