lunes, 15 de abril de 2013

Cartas desde mi infierno (4)



“El falo ocupa un lugar primordial en la teoría psicoanalítica lacaniana en referencia al complejo de Edipo.”, Wikipedia.

Primero fue el asumir por primera vez una máscara, y fue por el interés que me habían despertado los sitios virtuales de travestís, los de closet, es decir aquellos hombres que se vestían de mujer y se sentían femeninas, no necesariamente gays, pero solo en la intimidad, en sigiloso secreto, nunca en publico. El 2005 llegué a crear un grupo virtual de travestís maduras que permaneció activo como tres años y medio y donde participaban más de 30 personas que compartíamos fantasías, imágenes y experiencias. Allí se viví virtualmente mis primeras aproximaciones a lo fálico. Mi máscara se llamaba La Baronesa. Esas perturbadoras vivencias virtuales me llevaron a avanzar y profundizar más en lo fálico y en el esconderme detrás de máscaras. Fue así que creé una mascara totalmente femenina, detrás de ella yo podía ser una mujer plena, real, y sentir y vivir esa sensación de ser hembra total. Esta nueva máscara se llamó Linda, y era una mujer cincuentona, exhibicionista, muy ardiente y sexual. Incluso ella tenía para compartir muchas fotos muy eróticas y pornográficas de ella y sus parejas, hombres y mujeres, pues las tomé de un sitio de Internet donde una pareja norteamericana, publicaba sus propias fotografías sexuales, en especial de la mujer. Publiqué fotos de ella y participé en varios grupos de alto contenido sexual de Yahoo, hasta que me contactó un macho, un hombre maduro, norteamericano también pero que hablaba bastante bien el español. Había visto “mis” fotos en uno de los grupos y quería intercambiar fotografías personales. Se llamaba Gilbert, era casado, con hijos, muy caballero y muy ardiente. Esa relación comenzó en mayo del 2007 y fue de a poco terminándose hasta que finalizó en mayo del 2011. Durante esos cuatro años me envió muchas fotos y algunos videos de él, de su verga, de sus relaciones sexuales con sus amantes, incluso algunas fotos de  su esposa, pero estas últimas no pornográficas si no as que te tomaba escondido sin que ella supiera. Y yo, detrás de la máscara de Linda, le enviabas fotos similares de ella desnuda, con sus parejas o su esposo, o con sus amigas teniendo relaciones lésbicas, y también en orgías con hombres y mujeres. También nos escribíamos comentando las fotos y contándonos nuestras experiencias sexuales. Él siempre creyó que se comunicaba con una mujer verdadera. Ahora bien, en su segundo mail, en respuesta a unas fotos de Linda semidesnuda que yo le había enviado, él me envió la primera foto de su verga. Fue en ese momento que crucé el portal del infierno.

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