“Se volvía loca por sus
amantes, cuyo pene es como el pene de los asnos y cuya eyaculación es como la
de los caballos.”. Ezequiel 23:20
Ahí estaba frente a mis ojos enmascarados de falsa
mujer un hermoso miembro viril, aparecía de perfil, imponente, majestuoso, no
era desproporcionado como los que había observado con detalle muchísimas veces
en Internet, no era irrealmente largo ni groseramente grueso, ni muy blanco
paliducho ni de ese extraño café oscuro de los falos de negros. Era muy normal,
quizás algo corto, muy parecido al mío. De tronco moreno pálido y de glande muy
rosado, muy carnal, con el prepucio recogido bajo la corona del glande brillante,
y bajo el unos grandes testículos, redondos y depilados. En su entorno tenía
pocos vellos púbicos lo que daba una sensación de aseo y naturalidad. Entré en
una pervertida y continua obsesión, recuerdo que lo observé muchas veces, y por
largos ratos. Podía sentir su potencia masculina, lo veía como la esencia misma
del macho, casi sentía en mi mano su erección, su rigidez, su fuerza poderosa y
pene/trante. Me excitaba tanto mirarlo ensimismado que varias veces me erecté
imaginando tenerlo apretado con mi mano y sintiendo las palpitaciones de su
impetuosa musculatura varonil. Me estremecía voluptuoso ante ese falo real,
verdadero, muy normal. Esa misma obsesión fálica me indujo a investigara y
conocer más sobre los antiguos cultos fálicos, las estatuas, las figuras, la
cerámica, los templos y las fiestas relacionadas con el pene. Nada de eso me
excitaba, solo era mi curiosidad intelectual. También supe de cómo la
simbología sexual estaba en todos los aspectos de la naturaleza y de la
civilización, en publicidad, escondida en las formas de envases de perfumes o
desodorantes, en la formas de torres y obeliscos, de monumentos y edificios, y también en la
forma de los hongos, frutas, ramas o raíces de árboles o rocas erosionadas,
aprendí que lo fálico estaba en todo, solo era cosa de buscarlo. El símbolo del
príapo representaba la vida en su más potente expresión. A todo esto, Gilbert
continuaba enviándome fotografías de su verga, de todas las maneras posibles,
muy erecta, fláccida, chiquita y tierna, masturbándola, en acción penetrando o
siendo mamada por alguna de sus amantes, colgando lacia o erguida en todo sus
esplendor, se notaba claramente que él era un macho muy orgulloso de su
miembro, y yo, como Linda, muy desvergonzada, lo alentaba en ese orgullo tan
primitivo haciéndole ardientes y procaces comentarios sobre su verga y
pidiéndole más y más fotos de ella. Las ultimas imágenes de su pene me las
envió no hace mucho, a principio de febrero de este año, en dos de ellas
aparece solo su miembro muy endurecido, en una erótico primer plano, era un
intento de retomar nuestra erótica comunicación pero ya no le contesté pues
hacía tiempo que habíamos caído en la rutina y yo había dejado de comunicarme
con él. Pero mucho antes, en el periodo más álgido de esa relación, allá por
enero del 2009, mi vida dio un vuelco inesperado pues apareciste tú
declarándome tu Amo y Señor, y yo ungiéndote como mi esclava y doncella.
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