viernes, 2 de agosto de 2013

Cartas desde mi infierno (46)



La paja que mas recuerdo, y cuente que soy un masturbador vicioso desde los 12 años y tengo mas de 60…, fue quizás la mas pura y simple. Me explico. Tenía unos 25 años y terminaba mis estudios en la universidad. Estaba haciendo la última práctica de vacaciones, en un lugar muy rural en las afueras de la capital, Levábamos mas de una semana acampados y desde ahí salíamos todos los días a distintas zona a tomar muestras de suelos. Éramos un grupo de unas 6 u 8 personas pero cada uno debía cubrir en solitario los distintos sectores de muestreo. Aunque estaba casado hacia un año, yo ya era un pajero vicioso, de a lo menos una masturbada diaria, y esa semana o más en el campamento no había podido disfrutar de mi mayor placer. Compartíamos las carpas de a tres personas y el baño era "tras los matorrales". Un día soleado y fresco, muy grato, termine mi trabajo de muestreo a medio día y debía en vez de volver al campamento me tire en el pasto bajo unos árboles a gozar del ocio en medio de la naturaleza. En eso, divise muy a lo lejos una pequeña casita de campesinos entre una arboleda, y a una mujer lavando en una batea fuera de la casa. Mire con los binoculares y vi que era una señora para nada excitante…, pero vestía un vestido sin mangas y mas bien corto, pude ver la desnudez de sus hombros y brazos y sus piernas poco mas arriba de las rodillas, nada mas…, pero eso bastó para que se me encendieran las ganas acumuladas por los días de privación y sentí la erección en mi verga acompañada de ese típico calorcillo de la calentura imprevista. Mire a mi alrededor y no se veía a nadie ni nada cerca, desde la casita aquella tampoco podían verme, me sentí en total soledad, libre y solo, así que deje los binoculares y acomode mi chaqueta en el pasto formando un mullido cojín, y me baje los pantalones y el slip. Mi verga estaba erecta como nunca, me senté placidamente e inicie la deliciosa masturbación…, estaba tan excitado que debí frenarme un par de veces para no eyacular tan pronto y prolongar el placer al máximo. Estuve así largo rato, sintiendo el roce de mi mano en mi verga y a la vez mi dura verga en mi mano, no mire a la señora que lavaba, no imagine ninguna escena sexual, simplemente goce y goce del placer puramente físico de la masturbación…, al final llegue al clímax de manera incontrolable, el chorro de semen cayo en dos o tres chijetes al pasto, mientras gozaba ese instante me di el lujo de dar unos grititos en medio del campo…, luego me tire hacia atrás sobre la frescura del pasto y que quede placidamente quieto, quizás hasta dormite un poco, relajado y feliz. Es posible que no se entienda mucho lo que hace memorable para mí esta paja a campo traviesa, pero creo que se debe a que lo usual era que me masturbara mirando fotos pornográficas o de revistas para hombres, o a veces como voyeur viendo a mi esposa u otras mujeres vecinas. O si no podía mirar necesitaba imaginar escenas eróticas o situaciones ya vividas. Esta vez, no recurrí a nada de eso, fue simplemente una paja física, una masturbación natural en medio de la naturaleza.
El Vizconde onanista


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