viernes, 16 de agosto de 2013

Cartas desde mi infierno (52)



Y comencé a gozar la visión inquietante de esa verga, sin vergüenzas, sin autocensuras, como si yo fuera nada más y nada menos que un hembra gozadora, fálica, viciosa, yo era al fin la puta pecadora de mis fantasías. Era una verga deliciosa, de un macho de 23 años, depilado, una pichula tierna, gordita, aun fláccida al principio, con su capuchita cubriendo totalmente el virginal y violáceo glande, tu sabes que así me gustan los picos, era tal cual me excitan en mi imaginación de hembra. Vi como colgaba grande y blando, con su prepucio ocultando el glande, vi como se tocaba sus bolas, como mostraba el meato asomando tímido. Vi como se iba erectando, lentamente mientras él se lo meneaba a un lado y otro. Vi estremecido ese instante en que con sus dos manos hace que la violácea cabeza, con su surco y su ojo, florezca de súbito desde su carnal capullo, me estremecí verlo explotar así, tan macho, tan dulce, tan libidinoso. Vi como volvía a acariciar sus lindas bolas con sensual suavidad. Vi como volvió a encerrar el glande en su capucha y lo volvía a hacer salir, y se masturbaba así, llevando el forrito hasta la punta. Lo miraba extasiado mientras él lo mostraba impúdico, desvergonzado, parado, duro, con toda la cabeza afuera, y comenzaba a pajearse. Mi pico ya estaba muy duro, parado y yo me lo masturbaba suavemente. Vi como se alejaba un poco y se pajeaba suavemente. Vi como se puso de perfil y sin completar la rica paja jugaba con su falo con un delicioso desparpajo. Yo ya no me podía controlar, me hacia la paja como desesperado, mi imaginación se desbocaba, recordé las cuatro verga que he tocado y masajeado en mi vida y volví a sentir esa sensación de otra carne dura en mi mano, y recordé la única verga que he chupado, y sentí ganas de mamar esa verga que estaba mirando y gozando, de saborearla en mi boca, sentir que me ahogaba, que la chupaba con ansiosa fruición, que atrapaba esa piel tierna del prepucio con mis labios y la estiraba una y otra vez, y después me la metía entera en mi boca de puta caliente y la masturbaba con mi lengua y mi paladar, y con mis labios corría y descorría el forro y sentía en mi boca la suavidad del virginal glande, y de pronto lo sentía latir, endurecerse aun más, y presintiendo que venia la eyaculación lo sacaba y lo tomaba con mi mano y lo masturbaba apretándolo, corriendo y descorriendo el forrito suavecito, y en eso salía el chorro de semen que me quemaba la piel de mi mano y yo igual terminaba mi paja en una abundante eyaculación y también sentí como mi propia moqueada me quemaba la piel de la otra mano. Y después de un tiempo de relajación, volví a ser yo otra vez y me dediqué a escribirte esta confesión, y me sentí libre de pecado porque extrañamente mis deseos por ti me liberan.
Tu Vizconde tentado.


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