miércoles, 29 de mayo de 2013

Cartas desde el paraíso (10)


TALAMO NUPCIAL

“El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.”
El Amenazado. Jorge Luis Borges.

Casandra mía, Casandra de Vizconde, amada Vizcondesa de Vizconde, novia adorada, cónyuge respetada, dueña de mis días por venir, dulce Señora de mi Amar y de todos los territorios de mi vivir, Dama comprensiva de mis virtudes, defectos, quebrantos y talentos, poderosa Patrona de mis secretos, depositaria de mis instintos, poseedora de la llave de mis laberintos, consorte en el reinado de todos mis reinos, digna doncella y sumisa esclava, única mujer-hembra-madre-amante, amada y fiel esposa en la sublime consagración de nuestro Amar. Todo eso eres en mí, y más, porque te declaré única e irremplazable, porque me sumergí en ti para no volver a salir y anidar hasta el fin de los días entre tus brazos, tú eres ahora y en más la única receptora de mi amor, mis deseos, mis turbulentas necesidades y mis pervertidas e inofensivas ansiedades. Pero todo sucede en mí como un todo, desde lo más tierno de mi Amar hasta lo más morboso de mis deseos, todo va hacia ti, y los planos se confunden, se anudan o entrelazan, se unen y fluyen por un solo cauce, así cuando hacemos el amor yo inicio esa maravillosa comunión como el tierno esposo que te besa, acaricia tu pelo y tu rostro, te susurra requiebros de amor en tu oído y te ama con la honda intensidad del Amar, y luego continuo escurriendo a besos, lamidos y caricias por tu cuerpo, y el esposo se convierte en rendido amante y tú en mujer amante, y viene el torrente desbocado de la excitación y somos macho y hembra en total consumación, y en la locura final de los deseos ilimitados e instintivos eres mi esclava y mi doncella y yo tu Amo y Señor, y me vuelvo bebé, niño, potro, y tú en madre, cómplice y potranca, hasta que traspasamos todos los limites y llegamos a ser un solo ser, y nuestros sexos se mezclan y unifican y cambian y ya no sabemos quien es macho quien es hembra porque solos sabemos que nos amamos más allá de nosotros mismos y buscamos el mismo goce del alma y del cuerpo porque el Amar nos ilumina. Y en todo momento nos sentimos en un ámbito de pureza, de respeto, de ternura y entrega, y ahí ya no hay barreras, y todo es parte de la divina consumación de nuestro Amar. Casandra de Vizconde, amada mía, siempre soy uno solo ante ti, pues soy el que te ama.

Tu Vizconde, dueño de ti.

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