TALAMO NUPCIAL
“El nombre de una mujer me
delata.
Me duele una mujer en todo
el cuerpo.”
El Amenazado. Jorge Luis
Borges.
Casandra mía, Casandra de Vizconde, amada Vizcondesa
de Vizconde, novia adorada, cónyuge respetada, dueña de mis días por venir,
dulce Señora de mi Amar y de todos los territorios de mi vivir, Dama
comprensiva de mis virtudes, defectos, quebrantos y talentos, poderosa Patrona
de mis secretos, depositaria de mis instintos, poseedora de la llave de mis
laberintos, consorte en el reinado de todos mis reinos, digna doncella y sumisa
esclava, única mujer-hembra-madre-amante, amada y fiel esposa en la sublime
consagración de nuestro Amar. Todo eso eres en mí, y más, porque te declaré
única e irremplazable, porque me sumergí en ti para no volver a salir y anidar
hasta el fin de los días entre tus brazos, tú eres ahora y en más la única
receptora de mi amor, mis deseos, mis turbulentas necesidades y mis pervertidas
e inofensivas ansiedades. Pero todo sucede en mí como un todo, desde lo más
tierno de mi Amar hasta lo más morboso de mis deseos, todo va hacia ti, y los
planos se confunden, se anudan o entrelazan, se unen y fluyen por un solo
cauce, así cuando hacemos el amor yo inicio esa maravillosa comunión como el
tierno esposo que te besa, acaricia tu pelo y tu rostro, te susurra requiebros
de amor en tu oído y te ama con la honda intensidad del Amar, y luego continuo
escurriendo a besos, lamidos y caricias por tu cuerpo, y el esposo se convierte
en rendido amante y tú en mujer amante, y viene el torrente desbocado de la
excitación y somos macho y hembra en total consumación, y en la locura final de
los deseos ilimitados e instintivos eres mi esclava y mi doncella y yo tu Amo y
Señor, y me vuelvo bebé, niño, potro, y tú en madre, cómplice y potranca, hasta
que traspasamos todos los limites y llegamos a ser un solo ser, y nuestros
sexos se mezclan y unifican y cambian y ya no sabemos quien es macho quien es
hembra porque solos sabemos que nos amamos más allá de nosotros mismos y
buscamos el mismo goce del alma y del cuerpo porque el Amar nos ilumina. Y en
todo momento nos sentimos en un ámbito de pureza, de respeto, de ternura y
entrega, y ahí ya no hay barreras, y todo es parte de la divina consumación de
nuestro Amar. Casandra de Vizconde, amada mía, siempre soy uno solo ante ti,
pues soy el que te ama.
Tu Vizconde, dueño de ti.
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