jueves, 16 de mayo de 2013

Cartas desde el paraíso (3)



DESDE LA OBSESIÓN

“Mientras que algunos con trastorno obsesivo-compulsivo realizan rituales compulsivos porque inexplicablemente sienten que deben, otros actúan compulsivamente a fin de mitigar la ansiedad que deriva particulares pensamientos obsesivos”. Wikipedia.

Vuelvo una y otra vez a ti, desde las cloacas de mis otros yo, porque soy el que te enseñó a sentirte mujer, el que abrió las puertas de tu cuerpo y de tus deseos contenidos, y aunque no quieras saber de ese yo mío porque te llevó todo lo tuyo desde un comienzo hasta tu inocencia de mujer. Pero debes saber que yo soy el que acumuló de los otros yo sus pecados, sus vicios y sus depravaciones, en mi habitan sus terribles y sucios demonios, yo asumo sus debilidades y sus fantasías mas pervertidas para que cada uno de ellos pueda vivir su vida formal y publica en paz consigo mismo, yo soy el que gozo de su sexualidad oculta, de mirar fotografías de mujeres y travestís e incluso machos, de ver imágenes pornográficas de todo tipo, yo soy lo mas profundo de ellos, aunque ellos actúen como si yo no existiera yo siempre salgo a la luz en sus errores, por eso siempre vuelvo a ti mi Casandra  o Anamaria de ellos, porque yo soy el que soy. Yo soy el de la obsesión por el pene, yo el que me masturbo ante la imágenes de erectos falos, de portentosas vergas, de imponentes penes, el que desliza la mirada fascinado ante esos ídolos de la virilidad, por sus gruesos troncos, sus largos prepucios, sus glandes rosados y brillantes, el que se imagina aferrando esos príapos con su mano sin que nadie lo vea y les corre su forrito arriba y abajo masturbándolos en sus locas y perturbadas visiones eróticas. En mí vierten sus sucias necesidades las máscaras de mi mismo, a mí acuden para vivir relajados y saciados, yo satisfago las perversiones del mismo cuerpo donde todos habitamos, desde el ciudadano formal hasta el sensible poeta barroco, desde esa Linda imaginaria, ninfómana y exhibicionista engañadora de machos ingenuos, hasta la Baronesa y su inquietante ambigüedad de genero, mitad hembra en su alma mitad macho en su cuerpo, en la que pene y clítoris se confunden en un solo órgano sexual, pero no gay porque no le excitan los hombres como hombre si no como oculta mujer atrapada, desde el antiguo poeta seductor de damas románticas hasta el anónimo Barón que canta su poesía a las damas travestís como si persiguiera coloridas mariposas. En fin, yo soy el siniestro monstruo de las tenebrosas profundidades del ser que lava los pecados de permite a aquellas otras máscaras que vivan en la radiante luz de la realidad.



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