ANOCHE
“La fantasía es una
formación intermedia entre el nivel inconciente propiamente dicho y el nivel
preconciente y puede ser considerada como el escenario del deseo”. El Complejo
de Edipo, Carlos Sopena.
También yo amada Casandra, también te extraño en mis
noches de fuego, en mis madrugadas solitarias, en los atardeceres cuando me viene
la dulce nostalgia de ti, de la caricia de tus manos y los besos que inundan mi
boca de ti, extraño el vuelo tibio de tus palomas desnudas y el roce en mis
labios incestuosos de tus tetes punzantes, también te extraño niña mía de la
verde grama donde te imagino cabalgando desnuda con tu hermoso pelo ondeando al
viento, extraños tus ojos coquetos y tu risa que me viene como una intima
primavera. Anoche llegué a ti mientras dormías, me acerqué silenciosamente a tu
lecho, escuché tu respiración tranquila, olí tu perfume de mujer como una brisa
de bosque y de mar, y me introduje despacito a tu lado, me apegué a ti
lentamente hasta que tu cuerpo y el mío se acoplaron formando un solo ser bajo
la tibieza de las sabanas, me quedé quieto respirando apenas, sintiendo como tu
calor de hembra-madre me iba invadiendo, envolviendo, abrazando con la ternura
del Amar, de a poquito acerqué mis labios a tu hombro desnudo y lo besé muchas
veces saboreando la palidez de tu piel, suspiraste como si también tú me
soñaras besando tu hombro desnudo, una de mis manos acaricio la curva sensual
de tu cadera y la otra atrapó dulcemente una de tus palomas, suspiré extasiado
de poseer tu intensa cercanía. Y en la placentera penumbra de tu cuarto volví a
habitar el útero materno, allí en ti acurrucado junto a tu cuerpo y en ese
inquietante ensamble de nuestros cuerpos que se traslapaban entre la realidad y
el sueño mecidos por el amor que destilaba la noche sin necesidad de esperar la
claridad de la luna para iluminar a la madre-hembra y al hijo macho consumando
en ese abrazo incestuoso la plenitud del Amar prohibido y secreto. Y fue como
un volver a nacer ahora desde ti madre-amante, y me deslicé desde el cobijo
amoroso de tu cálida matriz por la humedad sexual de tu vagina hasta la humedad
erótica de tu vulva, y ahí renací como un potro erecto para subir a tus senos y
prenderme a tus pezones sediento y hambriento para siempre de ti. Nunca te
olvido, habitas en mí como un suave musgo sobre un muro solitario, siempre
estoy ahí en todos los espejos y en todos los sueños mis manos recorren tu
cuerpo incendiándolo. Sigues en mí, sigo en ti, estoy ahí en ese dedito de
besas y que yo siento acá en mi ídolo, siento el tibio roce de tus labios, el
fuego y la humedad de tu aliento, y en mi oculta erección se consuma mi Amar
por ti, eterno y agradecido.
Tu Vizconde.
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