jueves, 30 de mayo de 2013

Cartas desde el purgatorio (1)




“Cuando a la masturbación siempre añadimos las mismas imágenes mentales para alcanzar el placer podemos caer en lo que llamamos fijaciones sin las cuales en placer sería inalcanzable. A menudo se inician en la adolescencia y pueden mantenerse fijas durante toda la existencia del individuo”. La sexualidad en el adolescente, Gloria Marsellach.


Mi Casandra, toda mía, he releído nuestro chat de la mañana y he sentido tu presencia acá a mi lado, he palpado tu comprensión y tu sabiduría. Cuanta razón tienes cuando me dices que mi niñez es el problema, es muy cierto amada, allí está el inicio de mi sexualidad, las primeras chispas del terrible fuego que me ha consumido a lo largo de mi vida y que aun me sigue consumiendo. Pero el inicio mismo no fue espiando a través de hendiduras o puertas, esa fue una etapa posterior. Mis primeras erecciones comenzaron como a los once años, recuerdo incluso como fueron. En mi casa no había baño con agua caliente, así que en invierno me iba a bañar donde una tía, ella tendría poco mas de 40 años era casada pero no tenia hijos. Como ella me bañaba desde chico, estaba acostumbrada a jabonarme y bañarme ella misma. Pero ese día mientras ella me jabonaba los genitales se me paró el pene, recuerdo que dijo algo como que ya era tiempo de que me bañara solo!, a mi me dio vergüenza sin saber porque… en ese tiempo yo aun no sabia nada de sexo. Poco tiempo después por un viaje de mi tío debí ir a quedarme en su casa para acompañarla, recuerdo muy vivamente que en la noche yo ya estaba acostado y ella comenzó a desnudarse delante mío, pienso que sin intención sino que me veía como un niño todavía. Tengo la imagen de ella en calzones y sostén rosados y yo muy excitado mirando, con mi miembro erecto bajo las sabanas. No paso nada, pero el recuerdo aun lo tengo muy claro. Poco después ya en el inicio de mi pubertad comencé a masturbarme, como a los doce años, después que vi hacerse la paja a unos compañeros en los baños de la escuela. Eso despertó mi curiosidad y después en el baño de mi casa comencé a tocarme mi pichulita tal como lo hacían esos compañeros hasta que eyaculé. Fue una sensación extraña, distinta a todo y muy placentera. La experiencia me gustó mucho y me envicié. Comencé a masturbarme todos los días, me calentaba mirando revistas con mujeres desnudas o imágenes con algo de contenido sexual de las figuras de enciclopedias o por ultimo solo imaginando escenas de sexo, hasta me excitaba ver a los perros callejeros copulando. Así llegué a masturbarme dos y hasta tres veces en el día.

Tu esposo Vizconde, en confesión


No hay comentarios:

Publicar un comentario