AGRADECIDO
Casandra, Casandra, (mi Casandra), sí, ciertamente
desahogo mis ansias en tu sentir como en un ánfora de incienso sanador, quizás
abuso de tu Amar en secreto, pero en ti al fin he encontrado esa liberación que
necesitaba desde hace años para derramara el obsceno contenido que acumulaban
mis cloacas. Eras tú la elegida, la ungida, la que venía a darme la comprensión
y la complicidad como un divinidad de Amara y Ternura. Así lo sentí y así lo
creí. Tú eras la esperada que limpiaría mis culpas sin castigos si no con la
infinita dulzura de tu indulgencia. También yo te amé en silencio, desde lejos,
sin atreverme a acercarme a ti con mis pecados y perversiones, no me sentía
digno de tu Amar puro y cristalino, no quería contaminar tu vivir aunque en mi
alma burbujearan las sucias aguas de mis “sentires especiales”. Por eso nunca
te enamoré, porque te respeto como persona, porque conozco tu principios
morales, la rectitud de tu vivir, y creía que nunca aceptarías esas oscuras
ansias que me habitan. Y sobretodo porque me sentía en ti y te sentía en mí,
porque el Amar florecía entre nosotros sin necesidad de expresarlo, ambos lo
sentíamos con toda la intensidad posible. Por eso mi alegría y tranquilidad
cuando tú me hostigaste deliciosamente, lentamente, abriendo los arcones de mis
instintos, dulcemente y apasionadamente a la vez, con la llave maravillosa del
infinito Amar. Y pude sentirme liberado, y sentir el Amar más allá de los
obscenos deseos, y entregarme a ti con toda mi soledad contenida por años. No
eres culpable de nada, entre tu y yo no pueden haber fracasos ni derrotas, solo
tristeza por las ausencias. También tú vivirás en mí alma y mi cuerpo como un
hermoso espejismo que un día poseí. Deberé otra vez encerrarme en mi mismo como
un caracol enmudecido y desesperado, o seguir buscando un alguien que ya
encontré y perdí.
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