jueves, 9 de mayo de 2013

Cartas desde mi infierno (13)



“A veces es difícil separar fantasía sexual de deseo sexual, pero es importante distinguir entre fantasía y realidad. A veces una fantasía refleja un deseo, otras veces simplemente provoca el deseo, sin ser necesario ejecutar lo fantaseado para satisfacerse”. Iñaki Lajud.

Unos dos años después, cuando estuve separado, a pesar de que yo tenía varias amigas sexuales quise experimentar nuevas experiencias. Un día pase por el sector donde se ponían las prostitutas y travestís a esperar clientes, y me entró el bicho de pensar como sería estar con un hombre vestido de mujer. Paré él automóvil frente a un travestí que se veía joven y muy femenino, y le dije que fuéramos a mi departamento, que yo solo quería que él hiciera un striptease mientras yo me masturbaba mirándolo, acepto de inmediato. Llegamos al departamento y nos fuimos al dormitorio con un par de tragos. El comenzó a desnudarse lentamente al ritmo de la música. Estaba muy maquillado y se veía como mujer, yo estaba desnudo y de a poco se me fue parando la verga. Cuando quedó con unos cuadros chiquititos y un sostén yo comencé a correrme la pajita. Debajo de los cuadros se le notaba el pequeño bulto de su pichula, tenía unos senos chiquitos pero igual eran como tetitas de mujer joven, y era muy lampiño. Siguió bailando mientras yo me masturbaba, se sacó el sostén y los cuadros, tenia el pico cortito y delgado, se le había parado y se lo tapaba con las manos, porque le daba vergüenza me decía, parece que al verme caliente y ver mi pichula parada lo calentó. Yo estaba tirado en la cama y él de pie, entonces él dijo si quería metérselo por atrás, yo no quise así que me dijo si entonces me lo chupaba, yo ya me había calentado mucho así que le dije que bueno. Comenzó a chupármelo con ganas y muy rico, por ahí yo no aguante la curiosidad y le agarre su pichulita, era blandita… comencé a masturbarlo, pero él como que me esquivaba. Cuando yo ya estaba por acabar le dije que se masturbara para que acabáramos juntos. Y así acabamos los dos, ambos corriéndonos la paja mirándonos. Fue una experiencia buena, aunque no he vuelto a pensar en repetirla. 

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