YO PECADOR
“Y sin que me rogara, se la
empecé a chupar y a sobar al mismo instante... Estaba como loca mamándosela y
él respiraba intensamente... Yo no podía parar de chupársela y quería
acomodármela toda dentro de mi boca... Pero no me cupía... Y se la sobaba
fuerte y lo observaba...”. Anonima.
No sé porque amanecí excitado, quizás por que van
varios días sin complacerme a través de la masturbación. El fuego que me devora
ardía en mí como una alta hoguera trepidante. La tentación obscena hervía en
mis venas punzando la carne débil y cegando la rendida voluntad. De manera que
fui a mi colección secreta de vergas, es un blog clandestino al que solo yo
puede acceder y donde he ido posteando ordenadamente las imágenes de falos de
mi gusto que tenía desperdigadas en vario correos. Mi demonio interior solo
quería verlas, vivir a través de la visión pecadora esos “sentires especiales”,
esas fantasías fálicas que prometen extraños goces físicos que jamás se
consumarán. Primero me dediqué a subir al blog más vergas que tenia archivadas
en un muy antiguo correo, fueron dieciséis, con esos falos la colección ya
tiene cincuenta y ochos pichulas seleccionadas según mi equivoco y pervertido
gusto fálico. Luego las fui mirando todas una a una, repasándolas una y otra
vez con ojos de macho-hembra, buscando sus pequeños detalles eróticos, buscando
la característica; forma, tamaño, actitud, dureza y blandura, grosor, largo de
prepucio, diseño de sus venitas, color del glande, etc., etc., que me hicieron
seleccionarla, que me atrajeron más que otras, que me despertaron morbosas
intensidades. Ahí estaban esas mentulas imponentes o tiernuchas, curvas o
rectas como lanzas carnales, gruesas y duras, o blandas y fláccidas, en
descanso amodorrado o en majestosa erección, de machos jóvenes o maduros, su
entorno depilado y con esos vellos oscuros y enredados, con sus balanos
completamente afuera o escondidos en la intima carnalidad del prepucio, alguna
dejando salir un amarillo y cristalina chorro de orina, otra con el semen
escurriendo hacia abajo en un delgado hilo denso y lechoso, hermosas pichulas
de machos rubios, morenos, pelirrojos, incluso alguna de un erecto macho negro,
todas con sus bolas depiladas o peludas, grandes o pequeñas, sosteniendo esos
soberbios falos, todas ahí para mi oscuro disfrute secreto. Lentamente fui
seleccionando las que más me gustaban, y luego seleccionando entre ellas las
que más me calentaban, hasta que entre estas elegí la que en ese momento de
fálica calentura me excitaba más. Fue la numero cincuenta. Extrañamente no es
una verga erecta ni a medio erectar, es una verga en tranquilo reposo,
completamente depilada, pubis y testículos, no es muy grande, diría que es
bastante común, normal, lo que me hizo elegirla fue su prepucio, muy largo,
cubriendo completamente el glande, incluso se extiende mas allá de el, por lo
que no se ve ni siquiera el meato urinario, como que sobra un poquito de esa
carnalidad tierna de forrito. A lo largo de su lado superior se ve una vena
recta, gruesa, prominente, y en la mitad se observa un pequeño enjambre de
varias venitas delgadas como raíces. Las bolas son pequeñas, poco llamativas.
El glande es prominente y su forma se adivina muy bien bajo el prepucio que lo
oculta tiernamente. Y el prepucio, delicia de mis fantasías, delicada capucha,
blandita piel erótica, es como una
pequeña boquita que se alarga más allá del glande en un cono de suave carne que
susurra incitante una “o”. Y ahí se quedan mis ojos atrapados, en ese
alargamiento de tierna carne arrugada, y mi fantasía se me escapa a campo
traviesa y me imagino con ese pedacito de prepucio sobrante apresado en mis
labios, estirándolo, alargándolo en un caliente y desvergonzado juego fálico.
Siento su textura blanda y carnal en mis labios, y en mi loca fantasía sé que
es el inicio de algo más, que luego apresare el glande en mi boca, que
descorreré lentamente el prepucio con mis dedos y comenzare a mamar enloquecido
esa verga fláccida hasta sentir que su dureza me atraganta, me llena la boca de
deseos, y me arrastra a continuar succionado hasta la misma eyaculación. Pero
mi fantasía se detiene justo un instante antes, cierro las imágenes y comienzo
a escribir avergonzado esta confesión.
Tu Vizconde encendido.
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